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Globos de todos los colores, flores por doquier para que ninguna bella dama quede sin recibir una rosa o un clavel, música en vivo y los “chaperones” listos para acompañar a la juventud que se volcaba a los festejos sobre calle Palma, eran una tradición de cada año en Asunción.
La previa de la Primavera
Mary Alvarenga es una asuncena de pura cepa, que recuerda con añoranza aquellos años en que su madre, doña Cambá, le confeccionaba los mejores vestidos, “pero cuando no alcanzaba, me conformaba con una pollera, lo importante era estrenar algo, por más pequeño que sea. Era realmente lo máximo y la emoción, indescriptible”, para ir a “palmear” en el día de la primavera.
Pero las chicas no podían salir solas, eso estaba mal visto por la sociedad, así que en el caso de Mary, iba bien custodiada por sus dos hermanos mayores, Rufino y Andrés, quienes debían aprobar “candidatos” y no dejarla sola ni un segundo.
En el caso de Cristina Peralta era diferente; ella iba a “palmear” con sus compañeras de trabajo. Se preparaban durante toda la mañana en medio de las tareas cotidianas y luego caminaban algunas cuadras, todas juntas, para disfrutar de la música y algarabía del Día de la Primavera.
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“Para nosotras era realmente lo máximo, porque desde temprano veíamos gente pasar frente al trabajo, gente bien vestida, otros ya iban cantando, los vehículos con globos y la emoción comenzaba”.
“De punta en blanco y oliendo a flores” así era el oufit de Fermina Barreto, que se destacaba como una gran bailarina de twist, rock y no se perdía “las lentas”.
Paseos en el tranvía
Recuerda Mary que subía al tranvía con sus amigas, pagaban G. 5 y daban “una vuelta completa” sólo para pasear, mirar y conversar.
“Subíamos en la plaza Uruguaya, el tranvía iba hasta Colón y volvía por Estrella, bajábamos sobre Alberdi. Era una diversión y paseo”.
Durante el paseo veían los colectivos y autos particulares adornados con globos, banderines y flores. Comenta que la alegría de cada 21 de septiembre era contagiante, la gente bailaba en las calles porque en cada esquina había música, la sensación que eso producía era inigualable.
Cristina Carreras recuerda que “la primera pasada” de la palmeada la hacía en tranvía y luego el recorrido era de a pie.
“Íbamos en colectivo hasta Colón, ahí subíamos al tranvía y bajábamos hasta la plaza Uruguaya desde donde comenzaba la caminata por Palma”, recuerda.
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“Palmear era lo más emocionante que hacíamos en la semana”
Cristina aprovechó el tema para sumergirse en el túnel del tiempo y recordar cada detalle de su época de “colegiala”, aquella que generalmente uno quiere que pase rápido pero luego es la que más añora.
Recuerda que era un encuentro entre todos los estudiantes de los colegios de la capital, especialmente los que estaban más en el microcentro, como el Nacional de Niñas, el San José, Cristo Rey, Immaculée, entre otros.
“Conocíamos a la gente de otros colegios por los torneos intercolegiales o por los clubes como el Sajonia, el Centenario. Era muy emocionante porque siempre se tenía un chiko’i (novio), o alguien que a uno le gustaba al que seguro le iba a encontrar en la palmeada”.
Recuerda que la palmeada comenzaba en Colón e iba hasta Yegros, frente a La Riojana o el bar San Marino, lugares emblemáticos de la época.
La música en primavera: “había un toque”
El Día de Primavera las orquestas contaban con una tarima sobre calle Palma, en la zona del Panteón de los Héroes, cerca del ex local del Lido.
Los jóvenes decían que “había un toque”, eso significaba que una orquesta iba a tocar en vivo.
La música aglomeraba a cientos de jóvenes que aprovechaban para bailar con el o la que le gustaba, pero siempre bajo la mirada de algún chaperón, según recuerdan.
En la década del 80 emergía como cantante y causaba furor entre los jóvenes la mexicana Yuri Valenzuela Canseco, a quien se la veía en el programa Siempre en Domingo, con el carismático Raúl Velazco.
En 1988, Yuri pisó suelo paraguayo con su “maldita primavera” y llenó el estadio del Club Olimpia, pero primero hizo una aparición en el desfile de primavera de calle Palma.
Allí firmó autógrafos, se tomó fotos y saludó de cerca a la muchedumbre desde un descapotable, siempre custodiada por la Policía Nacional, según se aprecia en las fotografías.
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Los matiné, luego de la palmeada
Fermina mira un poco atrás y se ve “aplanando calle Palma con las chicas” luego pasaban al Vertúa, donde los chicos esperaban por ellas.
El paseo terminaba con el matiné en alguno de los cines, con películas que eran para ver con amigos y en familia.
Recuerda que por lo general para esa hora y esa actividad ya se sumaban los padres, hermanos o por lo menos alguna tía.
La sinfonola del bar San marino era otro clásico musical, ya que era el único local gastronómico que contaba con una.
“Ponías una moneda por cada música que se seleccionaba. Yo como siempre, romántica empedernida, pero había para todos los gustos y nadie te hacía problemas por el género musical, cada uno ponía lo que le gustaba”, comenta Mary Alvarenga.
Otro espacio de música era en la vereda de Music Hall, donde los jóvenes contemplaban los instrumentos musicales en exposición y disfrutaban de algunas “tocadas en vivo”.
Lamentan que Palma ya no sea lo mismo.
“Pocos vendedores callejeros, las aceras estaban limpias” recuerda Cristina Carreras con mucha añoranza y tristeza, al ver hoy un panorama muy diferente, no sólo por la falta de fiestas ciudadanas de la misma envergadura, sino por el estado en que se encuentra calle Palma, la ciudad de Asunción en sí.
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La que un día fue el escenario de las mejores fiestas de primavera -donde la ciudadanía disfrutaba de buena música, tenía locales comerciales de todos los rubros para recorrer, mirar y comprar- hoy es casi una pasarela fantasma.
Locales cerrados, edificios antiguos sin ningún tipo de cuidados, veredas en mal estado, incluso basura y ni hablar de la inseguridad que reinan a lo largo y ancho de la querida calle Palma y alrededores, actualmente, bajo la administración de Oscar “Nenecho” Rodríguez, uno de los más cuestionados intendentes de los últimos años.