Cardenal Adalberto Martínez insta a las autoridades a comprometerse con la verdad

En la primera misa presidida por el cardenal paraguayo Adalberto Martínez, en la Iglesia del Gesú (Iglesia del Santísimo Nombre de Jesús), iglesia madre de la Compañía de Jesús, en Roma, este se dirigió a las autoridades paraguayas y a los compatriotas que lo acompañan. Además, se encomendó a la Virgen de Caacupé.

Lo acompañaron, de izq. a der., el cardenal Cristóbal López, Gloria Penayo de Duarte, Nicanor Duarte Frutos, Mario Abdo, Silvana de Abdo y el cardenal de Boston, Sean Patrik O'Malley.
Lo acompañaron, de izq. a der., el cardenal Cristóbal López, Gloria Penayo de Duarte, Nicanor Duarte Frutos, Mario Abdo, Silvana de Abdo y el cardenal de Boston, Sean Patrik O'Malley.

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El cardenal Adalberto Martínez se dirigió a las autoridades nacionales paraguayas que fueron para participar de su asunción. Así también, habló a los inmigrantes que dejaron la tierra guaraní, ya sea por motivos de estudios, trabajo o económicos, y les dijo que “Jesús incluye a los migrantes entre los pobres con los que se identifica y llama benditos de mi Padre a quienes los acogen”.

Entre las autoridades nacionales paraguayas se vio al presidente de la República, Mario Abdo Benítez, con su esposa; a Nicanor Duarte Frutos y esposa, y al presidente de la Cámara de Diputados, Carlos María López, entre otros.

“A las autoridades nacionales y a todos los compatriotas que vinieron desde el Paraguay les invito a asumir el compromiso de comprometerse de verdad con el bien común de la nación, que necesita de todos sus hijos para construir una patria nueva, plena de oportunidades para el desarrollo humano integral de todos sus habitantes”, manifestó durante la eucaristía de acción de gracias.

Primera Misa en Roma, del Cardenal paraguayo Adalberto Martínez.
Primera Misa en Roma, del Cardenal paraguayo Adalberto Martínez.

San Ignacio de Loyola

El cardenal paraguayo señaló que la iglesia de Gesú tiene un gran significado, ya que es la iglesia madre de la compañía de Jesús, “pues estamos ante la presencia y los restos de San Ignacio de Loyola, cuya obra evangelizadora y misionera en el Paraguay ha dejado un legado que perdura hasta hoy en la Iglesia y en la cultura de nuestro pueblo”.

“San Roque González de Santa Cruz, paraguayoite ha´e”

También se refirió al ejemplo de santidad del jesuita San Roque González de Santa Cruz, a quien considera un “paraguayoite ha´e”, aprovechando la oportunidad para usar una expresión en guaraní en su homilía.

Recordó también que su “corazón incorrupto, en la Capilla de los Mártires en la parroquia Cristo Rey, en Asunción, constituye una imagen elocuente del amor cristiano, capaz de superar todos los límites humanos, hasta los de la muerte, como ha dicho San Juan Pablo II el día de su canonización en 1988″.

Se pone bajo el manto de la Virgen de Caacupé y se encomienda a Chiquitunga

“Nos ponemos bajo el manto protector de nuestra Madre, la Virgen de los Milagros de Caacupé, y en esta iglesia de Gesú”, expresó.

Encomendó su misión a la intercesión de los santos jesuitas Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Roque González de Santa Cruz y compañeros mártires San Agustín y Santa Mónica, así como a la beata María Felicia de Jesús Sacramentado (Chiquitunga).

Cardenal paraguayo, Adalberto Martínez, con autoridades paraguayas en Roma.
Cardenal paraguayo, Adalberto Martínez, con autoridades paraguayas en Roma.

Homilía: “El evangelio tiene un impacto social, incluso cuando habla de humildad y modestia”.

Adalberto Martínez, en su primera eucaristía de acción de gracias que preside como miembro del colegio cardenalicio, habló sobre la humildad de Cristo.

“Deberíamos poseer la virtud del ‘último puesto’, que nos hace reconocer sinceramente que nuestro ‘curriculum vitae’ no es tan notable como nos creemos”, refirió.

Explicó que ante Dios no valen pretensiones ni suficiencias, sino coherencia y humildad, que “la invitación” nos llega gratuitamente, no por merecimientos humanos.

“La humildad es la medida exacta de las propias cualidades y capacidades”, resaltó.

Finalmente, concluyó que todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

Cristo se humilló hasta la muerte en la cruz y fue glorificado; María se humilló y fue ensalzada. Vivamos de tal modo que también a nosotros nos diga el Señor en el último día: ‘Amigo, sube más arriba’, y por haber vivido el espíritu de las bienaventuranzas, reconociendo al Señor en los hermanos más pobres, el día del juicio final seamos reconocidos como benditos del Padre Celestial y seamos llamados a ocupar un lugar reservado a los justos”.

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