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A pesar de su relevancia, atendiendo que atraviesa unos 16 kilómetros de la capital del país, la contaminación del arroyo Mburicaó sigue siendo desatendida por las autoridades, tanto del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (Mades), como de la Municipalidad de Asunción y otros entes públicos.
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Sobre la avenida Artigas, entre Venezuela y Lombardo, el arroyo presenta una rara espuma blanca que se destaca sobre el verde oscuro de las aguas, que corren expidiendo un fuerte olor a podrido. Entre las ramas de los árboles, en medio de las piedras y a los costados se acumula todo tipo de desechos, desde viejos colchones y ropas, hasta tapabocas, plásticos, cubiertas, bolsas con escombros e incluso un tapete podrido.
Del muro de contención, existente en esa zona, hay varios caños de desagüe que desembocan directamente en el arroyo.
Sobre España y Sacramento se observa menos basura, pero allí, debajo de la avenida, está la desembocadura de la red cloacal de la Empresa de Servicios Sanitarios del Paraguay (Essap).
Los desechos de Asunción, que forman parte de la red de efluentes de la Essap, a cielo abierto caen al Mburicaó, donde flotan heces que, estancadas entre las piedras, fermentan y expiden un olor nauseabundo.
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Meses atrás, responsables de Essap dijeron que tienen en curso un proyecto para interceptar los efluentes que van a los arroyos, pero no es a corto plazo.