Cargando...
“DENUNCIÁ” es uno de los mensajes más comunes cuando hablamos de violencia de género pero acudir a la Policía, al Juzgado de Paz o la Fiscalía, a relatar una situación de violencia es algo que no es tan fácil.
Lea más: Dos juicios enfrentó Alexa antes de recibir justicia
Detrás de cada denuncia se esconde una realidad compleja atravesada por un proceso judicial duro, incertidumbre, miedo y muchas preguntas.
¿Y si no sirve de nada? ¿Cómo pruebo esto? ¿Y si finalmente cambia? ¿Cómo explico por qué no denuncié antes? ¿Qué va a pasar con mis hijos e hijas?”, son algunas de la situaciones que se presentan en la mente de una mujer y de las que reflexiona la abogada María José Duran.
“Pese a contar con un marco normativo de protección e instituciones tanto administrativas como judiciales, encargadas de brindar atención integral, la persistencia de prácticas discriminativas para el acceso a los servicios de protección, continúa habiendo un obstáculo a veces casi insalvable”, afirma María José Durán, abogada del Consultorio Jurídico Feminista.
Esos obstáculos son “la actitud de los operadores del sistema que cuestionan las denuncias, accesibilidad geográfica, la exigencia de ratificación de las denuncias contra el agresor para poder acceder a determinados servicios, por citar los mínimos, acrecientan la desconfianza en las instituciones, con las implicancias y los riesgos que eso tiene para la vida de las mujeres”, agrega.
Lea más: “Justicia” stronista y garante de la impunidad
En ese sentido, la abogada Mirta Moragas dice que “muchas de las mujeres que recurren a los sistemas de protección lo hacen ante una situación de atención urgente, tratando de evitar un riesgo inminente para su integridad o su vida, por lo que cualquier dificultad añadida frena a quien escoge dar ese paso y torna a las medidas otorgadas, poca eficacia”.
Durán señala de manera critica que “se les pide a las víctimas que denuncien y se mantengan firmes en el proceso, sin embargo, el mismo sistema propicia que muchas mujeres retiren las denuncias. Los múltiples factores que llevan a una mujer a abandonar la denuncia y el proceso tienen que ver con la dinámica propia del proceso, hostil para cualquiera y mucho más para las mujeres, re victimizadas por el sistema con la vigencia de estereotipos sobre lo que es una víctima y cómo debe comportarse para ser reconocida como tal”.
Mientras que Mirta Moragas recalca que “dentro del sistema existen otros factores que también condicionan a las mujeres: el miedo, la vergüenza, la presión social, la dependencia económica, la maternidad, la ausencia de redes de apoyo y las características propias de la violencia que destruye, aísla y en ocasiones responsabiliza a las mujeres de la violencia que sufren y donde la denuncia per se no siempre es garantía de protección ni del fin de una relación violenta”.
Lea más: Estado no invierte en prevención
“Tener hijos o hijas en común es también un factor extra de vulnerabilidad y hace todavía más difícil sostener un proceso judicial. A menudo las niñas y niños son dañados con el propósito meramente instrumental de lastimar a la madre (la llamada violencia vicaria), en ocasiones incluso con la complicidad del sistema judicial que legitima regímenes de relacionamiento en detrimento del interés superior de niños/as y adolescentes”, refiere María José Durán.
La misma además critica que “en la jurisdicción de la niñez y la adolescencia urge cambiar el paradigma y tener también una mirada integral de protección hacia niños, niñas y adolescentes que viven situaciones de violencia de forma directa o indirecta”.
“Poder reflexionar sobre las razones por las cuales las mujeres no denuncian o abandonan el seguimiento del proceso es importante para ver todo lo que se necesita modificar socialmente para propiciar condiciones para que las mujeres ejerzan sus derechos. También se trata de respetar la autonomía de las mujeres sobre sus propias decisiones y sobre sus conflictos y abandonar una la visión tutelar en la cual la mujer es presentada como una víctima irracional que necesita ser protegida por sobre su voluntad”, explica Mirta Moragas.