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Los católicos celebraron esta noche la resurrección de Jesús. En la Catedral Metropolitana, la Vigilia Pascual, estuvo presidida por el arzobispo Martínez. El acto comenzó en la explanada, donde se bendijo el fuego y con la llama se encendió el cirio pascual, que representa a Cristo Resucitado. En el interior prosiguió la misa.
En la homilía, el Martínez dijo que el encuentro con el Resucitado implica prácticas en la vida del creyente, desde una profunda transformación personal, por la conversión, que lleva necesariamente al compromiso con el prójimo.
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Explicó que los cristianos están llamados a dar testimonio de la Resurrección en la vida cotidiana, siendo luz y sal en una sociedad oscurecida y enferma por la corrupción y la impunidad, que priva a los pobres, a los indígenas y campesinos, a los jóvenes, adolescentes, a la niños por nacer, a los ancianos, a las mujeres, a los más frágiles de lo que les corresponde en justicia por su dignidad como ciudadanos e hijos e hijas de Dios.
Trabajar por el bien común
Martínez sostuvo que el Resucitado convoca a trabajar por el bien común para favorecer una vida nueva y plena de todos, erradicar la pobreza y la indigencia en que viven miles de compatriotas; erradicar los escombros que sepultan las esperanzas de un mañana mejor.
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Según el arzobispo, los cristianos no pueden quedar indiferentes ante situaciones de hermanos sufrientes, que gritan al cielo ante la falta de techo, de empleo, de salud y educación de calidad, de seguridad. “La Resurrección de Cristo nos debe impulsar a trabajar por la liberación de nuestros hermanos que sufren la esclavitud de la adicción a las drogas, de los secuestros, de la violencia intrafamiliar, de la trata de personas, del abuso de menores, de homicidios y feminicidios, de la ignorancia y la falta de oportunidades; trabajar por establecer políticas que defiendan la soberanía de la familia y la vida en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural”, apuntó.
Políticos con el pueblo
En su mensaje pascual, Martínez abogó por dirigentes políticos que representen verdaderamente a su pueblo, a sus mandantes, que se esfuercen en practicar la virtud de la empatía, (no basta con la simpatía) vivir con la gente y como la gente del pueblo, sintiendo sus necesidades y sufrimientos, sus gozos y esperanzas, sus sueños y anhelos más profundos.
Cree sólo así, con honestidad y buena voluntad, podrán comprender el clamor de los más pobres y trabajar por el desarrollo humano integral, como camino para el logro del bienestar y la felicidad de cada uno de los habitantes del suelo patrio.
Laicos en la política
En el años del laicado, pidió a los laicos y a los dirigentes políticos, en particular, a trabajar por una política al servicio del bien común, a ser artesanos de la paz, del diálogo, en situaciones de turbulencias, escuchando los reclamos sociales y promoviendo la justicia y la equidad. Recordó finalmente que la paz y la justicia van de la mano para construir una sociedad libre de corrupción corporativa y personal que, como el cáncer, destruye el tejido moral de la nación. Agregó que es este es el sueño y misión, reconstruir el tejido moral y social del país, con los valores del evangelio, servicio de justicia y misericordia buscando redimir a los descartados de sus postraciones históricas.