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Ya con cierta tranquilidad y con la memoria fresca, Carlos González habló con ABC Color y reconoció que temió por su vida durante su tiempo en cautiverio. Comentó que logró ganarse la confianza de uno de los líderes de la banda, Manuel Cristaldo Mieres, y que incluso los criminales le contaron la decisión de asesinar a Luis Lindstron y a la pareja alemana Natto.
En otro momento, contó la manera en que lo tuvieron durante nueve días, con muchas horas de caminata y de conversación. Siempre fue “obediente” ante las exigencias y le explicaron que los alambradores también secuestrados eran supuestos infiltrados de la Fuerza de Tarea Conjunta.
Confirmó que le pidieron que ante la prensa diga que -si el Gobierno y familiares quieren saber sobre Denis y Morínigo- deben decir qué pasó de “Lichita”.
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El momento de la retención
A diferencia de varias exvíctimas del EPP, don Carlos se animó y también bajo condiciones de los delincuentes accedió a hablar para ABC TV. Confesó que es amante de la naturaleza, de la cacería deportiva y de salir a distraerse por el departamento de San Pedro en sus horas libres.
Sin embargo, hace unos días, la historia cambió. Estaba junto a otras dos personas, a quien conocía como supuestos alambradores de estancias. Luego de haber ayudado a los operarios a ingresar con un vehículo a una zona boscosa, repentinamente se quedó solo.
Luego, relata que lo agarró una persona que estaba equipada, con barba, y vestía atuendo verde olivo. Según escuchó, la manera en que hablaban era con susurros y sin gritar. “Bajá tu escopeta”, le decían. Obedeció y no le apuntaron con sus armas. “Me asusté, puse mis manos a la nuca y el cuerpo a tierra”, contó.
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Los primeros días retenido y su conversación con Cristaldo Mieres
González siguió con la historia vivida. Expresó que de día solo paraban para cocinar, pues caminaban mucho. En el segundo día ya conversaba con ellos, pero específicamente lo hacía con Manuel Cristaldo Mieres. Fue quizá el contacto verbal más cercano que tuvo.
“Che nde valle gua (yo soy de tu lugar, de tu zona de origen), le dijo. “Luego me contaron que es Cristaldo Mieres, por su hermano, que es sacerdote”, dijo Carlos. En medio de tanta tensión, el ahora liberado reveló que la regla era no mirarle a nadie, aunque llegó a soltar el dato de que con el referente del EPP sí tuvo más empatía.
En medio de la charla supo detalles de las muertes de Lindstron y los Natto
Carlos encontró la manera de llevarse bien con ellos para que no le hagan daño y crear cierta cordialidad a pesar de la circunstancia. Es así que sobre Lindstron le contaron que él se había comprometido a cumplir exigencias del grupo armado, pero que finalmente incumplió, pues terminó fumigando y tirando árboles, sostuvo. Según cuenta, los criminales aceptaron que lo mataron, pero ellos lo califican como un ajusticiamiento,
Otro dato nuevo es que el EPP le dijo que en el caso de los Natto el objetivo era secuestrarlos para sacarles provecho, pero como la situación se complicó y la seguridad del EPP estuvo en riesgo, les pidieron que se lancen al piso. No habrían hecho caso y a balazos los mataron. El profesor no dijo si el EPP admitió o no la autoría de esas dos muertes.
El docente mensajero
Pese a que su retención no estaba en los planes de la banda de secuestradores, los criminales habrían aprovechado para utilizar al docente para plantear un intercambio de informaciones con el Estado paraguayo. Según Carlos, le mostraron en cinco ocasiones un video que no se llegó a publicar. En él se veía a una joven que le dijeron que fue secuestrada supuestamente por la FTC. El docente admitió que ellos (EPP) quieren saber qué pasó de ella.
Reconoció que tuvo la instrucción de decir a los medios de comunicación que si se explicaba dónde estaba Lichita, ahí recién los secuestradores informarían sobre la situación del ex vicepresidente Óscar Denis y del policía Edelio Morínigo, ambos secuestrados por el EPP.
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Dijo que le dieron un pendrive que debía entregar a la prensa y que los medios tenían que decidir si lo publicaban o no.
EPP sospecha de infiltrados
Ante la incertidumbre que aún queda sobre el destino de los otros dos secuestrados, Carlos echó un poco de luz y comentó que antes de ser liberado le dieron a entender que los peones que siguen en cautiverio, Julio César Aveiro y Esteban David Valenzuela, serían infiltrados de los investigadores. A González le dijeron que tenían un físico con músculos, cabeza rapada y manos finas, por lo que ellos creen que son militares o policías que se hicieron pasar por alambradores.
No le expresaron la ubicación de los dos, pero sí que no estaban recibiendo el mismo trato que él y que seguían vivos, afirmó. Al docente le decían que no se preocupe, porque en su caso el trato iba a ser diferente y que no le harían daño.
Una foto con Cristaldo Mieres y su esposa Liliana Villalba antes de ser liberado
“El viaje hacia mi libertad”, así denominó Carlos a esas horas en que se mezclaban la esperanza con el miedo. De acuerdo a lo señalado a ABC, fueron dos días. “Caminamos de día, entre cuatro que estaban en mi frente y dos personas atrás. Al único a quien podía mirar el rostro era a Cristaldo Mieres.
El horario que él maneja en que ocurría esto fue entre las 10:00 y las 16:00. Luego se detenían para cocinar y alimentarse. El agua que bebían era algo turbia, mencionó.
Siguió con su relato e indicó que cuando oscureció caminaron hasta las 03:00 y que después entraron a otro monte. Posteriormente, “amaneció, y Manuel (como le llamaba, luego de entrar en confianza con el criminal) me dijo que cuando amanezca había que moverse hasta las 15:00″.
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Minutos antes de ser totalmente liberado, el docente admitió que se abrazó con Cristaldo Mieres y que incluso se sacaron una fotografía en la que estaba la esposa de Cristaldo Mieres, Liliana Villalba. En otras de las revelaciones, expresó que le dieron G. 100.000 para recargar saldo por si el que lo encontrara no tuviera forma de comunicarse. La foto sería alzada a internet, supuestamente, le dijeron.
Uno de los más buscados por la justicia le comentó que tenía otra misión y luego se apartó del lugar. Carlos confirmó que se quedó con un varón y una mujer que lo vigilaban. Horas más tarde, le mostraron el camino y le exigieron que se quede en ese punto hasta que amanezca. Se quedó con su hamaca y una manta para acostarse.
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Finalmente, dentro de una propiedad, amaneció y se encontró con un hombre. “Dije ‘soy secuestrado del EPP, por favor ayúdenme’”. Lo dijo en medio de un suspiro de los nervios por el relato.
La indicación que le dieron es que solo debía hablar con sus familiares y la prensa, pero no con las autoridades de la FTC.