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El río Negro marca nuestro límite con Bolivia. Está ubicado al norte del departamento de Alto Paraguay y se alimenta sobre todo de aguas de lluvias.
Hoy, el paisaje que gira alrededor de su cauce es deprimente: todo se encuentra absolutamente seco.
No hay signos de vida silvestre en una vasta extensión, salvo cotorras que cortan el silencio chaqueño.
Se cumplieron dos años sin lluvias de importancia en la región, dos años que fueron suficientes para dejar sin agua al río.
Para que el cauce del Negro vuelva a cargarse se necesitan por lo menos 400 milímetros de precipitaciones. Los pronósticos indican que no hay esperanzas.
El Negro desemboca en el río Paraguay y los inmensos esterales que corren paralelo a su curso constituyen sitios de desove para una inmensa variedad de peces.
El refugio de los esterales desapareció y con ellos los lugares para desove.
En la zona de la desembocadura con el Paraguay se está cargando algo de agua, gracias al ligero aumento de nivel que experimentó nuestro río epónimo en las últimas semanas.
Pero el ingreso se extiende a unos pocos kilómetros del Negro. Basta con ingresar al interior del río y seguir su curso para confirmar la magnitud de la sequía que afecta a la región.
La maldición de los incendios
El señor Carlos Agüero lleva ocho años trabajando en el establecimiento ganadero Fortín Patria, ubicado sobre la misma ribera del río Negro.
Mencionó que los lugareños recuerdan que es la primera vez en 40 años que el río queda totalmente seco.
Dijo que “alrededor del río la vida silvestre es única. En el sector del muelle de la estancia se podía observar todos los días como se acercaban sin miedo los ciervos del pantano. Para nosotros era cotidiano verlos inclusive cerca de la casa”.
En busca de agua, toda la fauna silvestre migró hacia áreas cercanas al río Paraguay, donde tampoco hay líquido vital suficiente.
A la falta de agua se suman los incendios forestales, algunos provocados y otros accidentales.
Sobre el punto dijo que “hace un par de meses un tremendo incendio comenzó del lado boliviano. Arrasó con todo y llegó prácticamente hasta nuestras viviendas. Logramos salvar el casco principal de la estancia luego de combatir las llamas hasta el agotamiento”.
No hay forma de “impulsar” lluvias de 400 milímetros para salvar la fauna y la flora que dependen del río Negro. Se puede decir que el gobierno no tiene la culpa.
Pero, sí hay una responsabilidad gubernamental que no puede delegar: la protección del frágil ecosistema chaqueño.
No se puede seguir deforestando al ritmo actual con la excusa de que necesitamos producir.
También necesitamos vivir. Y la deforestación nos mata. Hay que poner punto final.