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La tradición se inició en el año 1938, luego de que tres hermanitos pequeños hayan fallecido en un incendio. Desde entonces, la madre de los niños, doña Alejandra Colmán, empezó a hacer el rezo en el pesebre gigante cada 6 de enero, en conmemoración de los 3 niños que murieron en la víspera de los 3 Reyes. Y 84 años después continúan con la práctica, pues empezó para darle alegría a los niños de la zona en nombre de los pequeños que partieron a la eternidad, según contó la hermana de los angelitos, Cándida García Colmán.
“Nosotros todavía no nacimos cuando pasó eso, pero -según mi mamá- las criaturas se quedaron al cuidado de mi tía mientras que ella y mi papá trabajaban, pero justo cuando mi tía se fue a llevarle la comida a mi papá en la chacra, una criatura del vecino vino a quemar un nido de avispas y se prendió todo el techo que era de paja”, relató Cándida.
En el pesebre, la familia coloca golosinas, su típica chipa que -según cuentan- es lo más importante, el famoso rosario de maní y algunos juguetes esperando recibir a gente y niños de la comunidad. Con este año ya se suman 84 que solo se interrumpieron una vez, cuando falleció la madre Alejandra Colmán. El rezo en el pesebre no lo realizan el 25 de noviembre, sino el 6 de enero, y ayer a la tarde/noche se realizó la misa en el lugar.
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Ricardo García Benítez, hijo de la señora Cándida, comentó que ahora son los nietos, algunos parientes y vecinos quienes van a buscar el “yvyra ovi” para armar el pesebre gigante. Entre 16 personas van todos los años a cortar con el machete para traer y armar el pesebre; a la par, empieza la molienda del maíz para hacer más de 150 chipas que se reparten a los que acuden al rezo.
“Amasamos todos juntos y hacemos con distintas formas como víboras, yacarés o personas que le llamamos ‘el novio’. Todos trabajan por el pesebre y ahora mis hijos también ya empiezan a ayudar con los preparativos para el rezo y mantener la tradición de generación en generación”, puntualizó García Benítez.