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CONCEPCIÓN. Vive en el barrio San Antonio de la ciudad de Horqueta, pero semanalmente viene hasta la capital del primer departamento a vender los dulces. Es común ver a Esperanza Bustamante recorrer a pie las calles céntricas de la ciudad de Concepción.
Un pedazo de tela pone sobre su cabeza y encima una bandeja circular que está llena de las distintas mermeladas caseras. Ofrece dulce de leche, de mamón, dulce de leche con maní en grano y molido, dulce de guayaba, maní tostado, maní molido con maíz (consumen las madres que dan de mamar).
Los dulces son vendidos en envases de distintos tamaños. Los precios oscilan entre G. 5.000 y G. 30.000 que son los de un kilogramo. Comentó que llega a Concepción en colectivo y trae sus productos por valor de G.300.000. Dijo que la venta ha disminuido con relación a años anteriores.
Ventas
“No me quejo de la venta, porque tengo mis clientes”, expresó.
Explicó que su recorrido lo hace en comercios, bancos, financieras, casas de cambios y en algunas casas ubicadas en el centro de la Perla del Norte.
Sobre la preparación de las mermeladas dijo que le lleva todo un día y para envasarlos debe esperar que estos se enfríen. “Tengo planta de mamón en mi casa, cuando ya no tiene frutas busco en mis vecinos. El maní compro por bolsas”, refirió.
30 años
Recordó que cuando joven había ido a trabajar en el Brasil, lo hizo en una casa de familia donde su patrona hacía los dulces y allí aprendió. Cuando volvió al Paraguay se dedicó a la fabricación de dulces como medio de vida ya que se había separado de su esposo y tenía seis hijos.
“Yo hacía los dulces y mis hijas salían a vender en Horqueta. Mientras que yo me iba a Pedro Juan Caballero y Punta Porã a ofrecer mis productos, en esa época ya venía a Concepción”, rememoró Esperanza Bustamante.
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Agregó que la venta hizo que pudiera criar a sus hijos, que hoy ya han formado sus propias familias.
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Terminó la secundaria
Esta luchadora mujer concluyó sus estudios secundarios en plena pandemia. No lo había hecho en su juventud y ahora fue con el menor de sus hijos. “El año pasado (2020) terminé mi colegio. Acompañé a mi hijo que es epiléptico y tiene discapacidad al hablar, le ayudaba a que le entiendan y juntos terminamos el bachillerato”, concluyó.