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CARAPEGUÁ. El obispo de la diócesis de Carapeguá, Mons. Celestino Ocampo, cree que como cristianos “estamos llamados a vivir la Navidad en actitud de fe y respeto al Niño Dios, cuyo nacimiento celebramos orando en familia y participando de las celebraciones litúrgicas”. Además es importante algún gesto de solidaridad con “los hermanos enfermos y carenciados, que son muchos lastimosamente”.
El obispo invitó a ser agradecidos a Dios, que por amor se hizo uno de nosotros. “Que el gesto de Nuestro Señor nos inspire y nos motive a salir de nuestra comodidad, superando el egoísmo y apostando por el compartir”, resaltó.
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Recomendó que este año vivamos la Navidad en un ambiente de austeridad evitando cualquier exceso en fiestas, ya sean comidas y bebidas. “Estamos en tiempo de pandemia. Si bien ha mejorado la situación sanitaria, aún estamos en peligro latente. No podemos cantar victoria todavía. Es muy importante seguir observando las medidas sanitarias recomendadas por nuestras autoridades”, apuntó.
Sociedad más justa
Sugirió luchar todos juntos por una sociedad más justa y fraterna, por un país donde todos tengan oportunidad para estudiar, trabajar y llevar una vida personal y familiar dignamente, sin necesidad de mendigar. “El Niño Dios vino a traernos vida y esperanza”, indicó.
El obispo recordó que la inequidad y la ostentación de unos pocos es indignante y ofende a muchos que ni siquiera perciben el sueldo mínimo.
Explicó que la Navidad es una fiesta cristiana, de trascendental importancia porque se celebra el nacimiento del Salvador, el Mesías, el Señor.
Dijo que Dios se hace pequeño, débil, pobre. Desde esa pequeñez devuelve la dignidad de hijos, en el Hijo que se hizo hombre por nosotros.
Además “experimentamos el amor de Dios por la humanidad, y su cercanía y preferencia hacia los pobres al nacer pobre en un pesebre entre animales, visitado en primer lugar por los pastores que eran los pobres y marginados en aquel entonces”.
A la solidaridad
Recordó que estamos también llamados a la solidaridad, pues Dios se solidarizó con nosotros al asumir totalmente nuestra condición humana, menos en el pecado, que la mejor manera de retribuir a Dios semejante gesto de amor, es haciéndonos prójimos de nuestros hermanos más pequeños y necesitados.