Cargando...
Mons. Ocampo, durante la homilía desarrollada en la explanada de la parroquia Santo Tomás Apóstol, dijo que “dentro del templo somos piadosos, devotos, rezamos, pero cuando estamos afuera, en la calle, en la casa, en la familia, en el trabajo, debemos saber cuál es nuestra postura, nuestra actitud, consentimos o no los males, los vicios que se cometen en las instituciones, sean públicas o privadas”. Agregó que esa es la gran pregunta y el gran desafío, que tiene cada cristiano.
Señaló que el Señor interpela por sus acciones u omisiones a los pastores y a los laicos cristianos, bautizados y confirmados. Por ello, dijo que es hora que los laicos hagan algo, que se despierten y cuando se despierten va revolucionar el mundo, para construir un mundo más justo, una sociedad más fraterna, más solidaria a Dios.
Añadió que cada uno de los laicos “debemos de procurar contrarrestar los males, los vicios de la corrupción que permea todos los ambientes. Se ha instalado profundamente en la sociedad”. Es ahí el compromiso que tiene el cristiano de hacer todo un proceso de sanación de estos vicios para volver a confiar en la política, puntualizó.
Aclaró que la política es algo muy bueno, es la expresión máxima de la caridad, porque la política busca el bien del pueblo. Sin embargo, “la politiquería que abunda en nuestro ambiente, eso lleva mal al país”.
Instó a hacer política en el buen sentido de la palabra y dejar de lado la politiquería, donde se piensa en sí mismo, en su sector, mientras que el pueblo pasa necesidad, hambre y si es que tiene lo mínimo e indispensable. Mientras, que hay algunos privilegiados tienen demasiados, entonces esa desigualdad, esa inequidad es una injusticia que clama al cielo.
Manifestó que Paraguay es un país rico, pero que su riqueza se acumula en manos de unos pocos, mientras que muchísimos carecen de ella. Abogó para que los cristianos se animen anunciar la palabra de Dios, a evangelizar, pero también como laicos se sientan comprometidos en denunciar, las injusticias y los hechos de corrupción. Porque esa es la misión que nos da el Señor.
Presagió que solo así se va lograr una sociedad más justa, un mundo mejor y que el Reino de Dios, sea una realidad en nuestros ambientes donde reine, la paz, la justicia y libertad.