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La fila se extiende por varios metros y es guiada por agentes de la Policía Nacional, quienes, además de exigir el uso del tapabocas para el ingreso a la capilla de Tupasy Ykua, se encargan de rociar el alcohol rectificado en las manos de quienes aguardan.
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Apenas tiene permitida la entrada, parte de la multitud se vuelca a llenar sus bidones del agua bendita, prender una vela y rezar. Muchos llegaron hasta la Basílica y Tupasy Ykua para cumplir alguna promesa, mientras que otros lo hacen en agradecimiento por los favores recibidos.
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A diferencia de años anteriores, sobre todo de la prepandemia, los fieles no se aglomeraron en la plazoleta de la capilla de Tupasy Ykua para llevarse el agua milagrosa. Este movimiento repuntó algo en las ventas de los comerciantes, que se vieron sorprendidos por la cantidad masiva de promeseros que llegó de repente entre anoche y esta madrugada.