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El distrito de Nueva Alborada cobró fama como un emporio del turismo de naturaleza, gracias a la belleza de su paisaje de serranías y exuberante vegetación, con el imponente río Paraná como telón de fondo, y las variadas propuestas de actividades al aire libre.
El sitio está ubicado en “Calle D 17”, distrito de Nueva Alborada. Se llega, desde Encarnación, a través de la ruta PY06 “Dr. Juan León Mallorquín”. En el Km 20 de esta ruta, “Cruce Lopoja”, se empalma con una ruta vecinal asfaltada de 15 kilómetros que conduce hasta el centro urbano de Nueva Alborada. Desde aquí se toma un desvío, asfaltado, que lleva hasta la calle “D 17”.
El “paraíso de las frutillas” es resultado de una feliz iniciativa de cuatro hermanos, Wilson, Fredi, Oscar y Ever Amarilla, quienes iniciaron el proyecto de producir frutillas para el mercado local. La idea surgió hace 10 años, como una búsqueda por desarrollar una actividad económica propia, aprovechando las 20 hectáreas del fundo familiar.
“Yo trabajaba como costurero en una fábrica de mochilas, en Buenos Aires (Argentina) y mis hermanos vivían en la zona, eran trabajadores, empleados. Un día decidimos iniciar este emprendimiento propio, y nos organizamos en un equipo de trabajo, donde todos tenemos iguales responsabilidades”, señala Ever, el menor de los hermanos, quien hace de guía de los visitantes.
Comenzamos con 2.000 plantines que trajimos de la provincia de Corrientes (Argentina). Hoy tenemos 20.000 plantas distribuidas en diferentes parcelas, en invernaderos y al aire libre. Comenzamos con la variedad “dower”, pero luego cambiamos por la variedad “festival”, oriunda de México, que tiene una fruta más grande y de característica forma triangular, explicó.
La temporada de cosecha se extiende desde mediados del mes de julio hasta mediados de noviembre. Agosto y septiembre son los meses de apogeo en la producción. Cada planta da entre 450 y 500 gramos de frutas.
El emprendimiento adquirió un giro inesperado en los últimos años, al punto que se convirtió en un verdadero polo de atracción turística. Desde distintos puntos de Itapúa y del país viene la gente, incluso desde el lejano Chaco paraguayo.
Los hermanos no imaginaron que un proyecto de producir la fruta para el mercado local se convertiría en un centro turístico. Ni siquiera necesitamos salir a vender, toda la producción se compra en la misma finca, a veces no damos abasto. Los fines de semana contabilizamos al menos 100 vehículos por día. La gente viene para conocer los cultivos, comprar las frutas, y llevarse sus plantines a la casa, refiere nuestro anfitrión.
A tal punto llega el éxito de visitantes que recientemente incorporaron un nuevo rubro, el de la producción de postres en base a frutillas. Recibimos un curso de capacitación que nos ofrecieron técnicos de la Gobernación de Itapúa. Incorporamos este rubro en el que trabajamos todos los miembros de la familia, comenta Ruth Espinoza Amarilla, una de las integrantes del grupo de emprendedores.
“Puente del amor”
Hace una semana, en el afán de diversificar y sumar atractivos para los visitantes, inauguraron un espacio al que denominaron “El puente del amor”, distante unos 700 metros del sitio de invernaderos.
Una naciente de agua fue aprovechada para construir un lago artificial, sobre el que construyeron un puente de madera que cruza de lado a lado, exquisitamente adornado con plantas de frutillas en toda su extensión, bautizado como “El puente del amor”. El atractivo se complementa con paseos en bote.
A poca distancia del lugar disponen de varias parcelas de cultivos de frutilla, y tres estanques para cría de peces en cautiverio de la variedad pacú.
El lugar es propicio para que la gente pueda acampar, preparar algún asado y pasar una jornada al aire libre. Para acceder al lugar se paga una entrada de G. 10.000 por persona.