Ollas populares trajeron esperanza al problema de hambre, afirma obispo

CAACUPÉ, departamento de Cordillera (Desiré Cabrera, de nuestra redacción regional). En la misa vespertina del tercer día del novenario, ayer, monseñor Guillermo Steckling, obispo de Ciudad del Este y encargado de la Pastoral Nacional de Catequesis, expresó que no hay que tener miedo de mirar al espectro de la muerte y llamar a las cosas por su nombre. Como por ejemplo, al hambre que se tiene en muchas comunidades.

Monseñor Guillermo Steckling, en su homilía brindada ayer en la misa del tercer día de novenario.
Monseñor Guillermo Steckling, en su homilía brindada ayer en la misa del tercer día de novenario.Archivo, ABC Color

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En ese sentido, recordó que en el inicio de la pandemia en Ciudad del Este alguien dijo que el verdadero problema que estaban sufriendo era simple y llanamente el hambre. Una situación que fue paliada con las ollas populares que se replicaron en todo el país y que dio esperanzas a las familias en muchas otras comunidades, manifestó.

En ese mismo contexto, el prelado insistió en que “hay otras cosas que conviene simplemente llamar por su nombre, tales como: corrupción, robo, mafia, marihuana, aborto, ideologías, injusticias. Y no es precisamente para arremeter contra las autoridades, porque todos en mayor o menor medida tenemos estos problemas. Pero falta tener odio a estos pecados y enfrentarlos”.

Monseñor Steckling manifestó después que a veces se intenta inventar un cristianismo sin cruz, y que “no queremos bajar para luego elevarnos hacia Dios”.

Seguidamente señaló que es precisamente “esa cruz la que nos va a consolar en nuestros momentos difíciles, cuando decimos que ya no tenemos salida, o no sabemos cómo actuar, es ahí donde el cristiano encuentra consuelo y recibe la fuerza para acudir al que lo necesita, como el buen samaritano. Para no ser como aquellos que dan una vuelta elegante para no ocuparse de las necesidades de los demás”.

Caída al pozo

El obispo expresó que la sociedad ha ingresado en un pozo profundo, pero queda aún una esperanza. “El gran amor de Jesús debe animarnos a cambiar nuestras vidas con esperanza y mirar la miseria y sufrimiento, que son las cruces de hoy, con fortaleza. Sin esa esperanza no nos vamos a animar a enfrentar la realidad”.

Agregó: “Porque ser optimista y decir no, no es tan grave, es algo irresponsable y el cristiano no hace eso”.

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