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Las invasiones de propiedades privadas no son un fenómeno nuevo en el país.
Inicialmente se sostenían con argumentos ideológicos: el derecho de acceder a la tierra propia.
En la medida en que se legalizaban asentamientos y se facilitaba la entrega de tierra a grupos campesinos, la carga ideológica empezó a perder fuerza.
En este momento, el atropello a propiedades privadas, es simplemente un medio para ganarse la vida.
A modo de ejemplo, en Mayor Otaño se pueden “alquilar” grupos de campesinos con el pago de 100 mil guaraníes diarios.
Michael Saenger tiene una suerte de “agencia” de campesinos dispuestos a invadir propiedades privadas. Son mercenarios, no importa quién los contrata ni la motivación para invadir una propiedad privada.
El mismo intendente municipal de Mayor Otaño, Pedro “Rubio” Chávez, tiene un relacionamiento muy cercano con Saenger.
En el otro extremo del país, en Hernandarias, unas 60 personas invadieron una propiedad de 4.500 hectáreas. El nombre del concejal departamental Carlos Mora aparece como uno de los principales soportes de los ocupantes ilegales.
En este caso se formó una comisión para estudiar el título de propiedad del inmueble: Indert, Indi, el propietario y representantes de los invasores.
La invasión tuvo lugar en octubre de 2019 y el desalojo se llevó a cabo la semana pasada, luego de 11 meses de estériles conversaciones con los campesinos.
¿Por qué estériles? Se demostró que el inmueble tiene documentación legítima y que no existe ningún excedente fiscal.
Los campesinos no aceptaron el resultado del informe y se limitaron a repetir en cada reunión que “el Indert está equivocado”.
En el tiempo en que ocuparon la propiedad se dedicaron a rapiñar.
Licencia para destruir
A casos recientes se suman otros de larga data: las invasiones en Pindó, Canindeyú, y Guahory, en Caaguazú.
En el caso de Pindó, el Frente Guazú tomó como suyo el caso. Senadores y diputados llegan con frecuencia al asentamiento y brindan un fuerte respaldo político.
El título de propiedad es legítimo. La tierra se explota en forma racional.
En Guahovy, distrito de Tembiaporã, Caaguazú, la Federación Nacional Campesina puso toda la carne al asador: la invasión se convirtió en una suerte de trinchera de lucha ideológica contra el invasor y la soja.
El problema es que los principales dirigentes campesinos se dedican al cultivo de soja, en tierra ajena...
La tierra se convirtió en botín de políticos sin escrúpulos y detrás de ellos se suman policías, fiscales y también jueces.
¿Estado de derecho? ¡Bien, gracias!