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En los últimos días, y ante lo que se traduciría como el hartazgo de la ciudadanía de siete meses de encierro, una economía en picada y miles de desempleados, la gente decidió “liberar” la frontera levantando las cubiertas y maderas que impedían la libre circulación la ciudad del vecino país. “No podemos más vivir aislados, si no nos mata el coronavirus, nos matará el hambre”, expresó un comerciante.
El presidente de la Cámara de Comercio local, Víctor Barreto, señaló que espera que se cumpla lo prometido por el ministro del Interior, Euclides Acevedo, y de la directora de Migraciones, Ángeles Arriola, de reunirse para definir el retiro de los militares de la línea de fronteriza.
Barreto observó que la ciudadanía ya no respeta a los uniformados, quienes son humillados y se ocupan de reparar alambres en los pocos pasos aún controlados.
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