Ganczarek se encontraba en Venezuela escribiendo un libro sobre el país caribeño cuando, a través de la lectura de la historia de Latinoamérica, vio la necesidad de descubrir ese país “poco conocido” que ocupa el corazón de América del Sur. Entonces emprendió un viaje en bicicleta durante cerca de diez meses, del que surgió “Soy paraguayo”, una producción audiovisual que refleja la variedad y diversidad que conviven en este país de unos siete millones de habitantes y que se presenta en el Festival Internacional de Cine de Asunción. Ganczarek explicó este lunes a Efe que esa muestra de personas “es una colección siempre incompleta”, pero trata de abarcar todas las esferas de la sociedad y los distintos rincones del país, sin que la capital monopolice el relato.
“Tenemos dos personas de Asunción, dos personas de las afueras de Asunción, (...), dos menonitas, gente del pueblo Nivaclé del Chaco Central, descendientes de polacos, de belgas, de brasileros... (...) Hay gente muy pobre y gente sumamente rica, siempre tratando de diversificar”, comentó. Ganczarek logró dar con estas historias gracias a sus recorridos en bicicleta, para él “un medio fabuloso para hacer documentales” ya que permite acercarse y convivir con personas de poblaciones que, a veces, pasan desapercibidas en el mapa. Así, fue entretejiendo sus historias en un documental en el que sigue una estructura similar a las crónicas que escribió desde Latinoamérica para distintos medios polacos.
“Durante este viaje, yo me dediqué mucho a escribir, al reportaje escrito. Entonces, aunque no tengo experiencia en documentales, sí tengo experiencia en documentar. Si ves el documental, podrías relacionar la estructura con un reportaje escrito, o con la técnica de escritura que utiliza Mario Vargas Llosa, de entrelazar historias, que me gusta mucho y la trato de implementar en mis textos, y la implementé muy visiblemente en la película”, manifestó.
Entre esas voces que se entremezclan para ofrecer un retrato de Paraguay, Ganczarek aborda problemas del país, como el uso de agroquímicos en las plantaciones, desde el punto de vista de los campesinos, “que se ven perjudicados”, y desde la óptica de los sojeros, “que trabajan con agroquímicos y no le ven nada malo”. A ellos se suman testimonios como el de Ramona Estigarribia, para el autor el más conmovedor, una mujer oriunda de Santaní, en el departamento de San Pedro, que reside en Asunción desde incluso antes de tener uso de razón. “Me dijo que cuando tenía tres o cuatro años no trabajaba todavía. No trabajaba pero se imaginaba que podría haber trabajado a la edad de cuatro años. Cuando tenía cinco años ‘se me ha dado’ a una familia de Asunción, me dijo. Yo lo escuché y ¡uff!, eso sí que es otro mundo que uno no conoce”, expresó el director al recordar una práctica conocida en el país como “criadazgo”.
Ganczarek también quiso exponer el documental sus propios errores, como desconocer el guaraní y el resto de lenguas originarias del país, como rememora al contar el testimonio de una de las mujeres que aparecen en la obra. “Con mi incapacidad de hablar guaraní, yo le obligué a hablar español. Ella se confundía de palabra a cada rato y ya dice: ¿y no hablas guaraní? Me lo dice a mí, y yo lo dejé en la película para señalizar eso, señalizar un poco mi error”, asumió con franqueza.
Ganczarek confirmó que el país “resultó más diferente” de lo que esperaba, con una fuerte inmigración rural y un concepto de “nacionalidad relacionada con la sangre, con el origen”. Con su documental, quiere que los paraguayos “se vean entre sí”, y que el extranjero pueda “tener una imagen viva, muy real, de lo que es Paraguay”, con las historias de los paraguayos, y no a través de datos. El director polaco trabaja ahora en un nuevo proyecto sobre la identidad de los argentinos y el desarraigo que les permite salir a “buscar su lugar en el mundo” en un documental que se llamará “¿Por qué el argentino viaja?”.