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Lohrmann, hoy con 54 años, fue detenido en Portugal en el año 2017 por una serie de asaltos. Actualmente, guarda reclusión en el Establecimiento Prisional de Monsanto, ubicado a 275 kilómetros de Lisboa, una prisión de máxima seguridad donde pasa hasta 22 horas encerrado.
Desde su celda, respondió una carta enviada por periodistas del diario Clarín. Cuenta parte de su historia en un escrito de 40 páginas en las que habla de su infancia y adolescencia, sus inicios en la delincuencia y responde a los mitos que se hicieron en torno a él.
Relató que la primera vez que estuvo preso, por 9 meses, conoció gente que robaba. “Eso era lo que tanto buscaba”, dijo, lo que fue suficiente para diversificar su carrera delictiva. Su vida como delincuente lo llevó a conocer el mundo, conoció países -y cometió robos- en casi todos los continentes.
En 2002, tras recorrer Sudamérica, cuenta que decidió volver a Argentina. “Estaba todo mal en el país. No había dinero con eso del corralito y todo el mundo tenía sus ahorros en la casa. Cómo sacárselo era la pregunta del millón. Yo, casas de escruche, fueron muy pero muy pocas las que hice. Entonces, me armé una banda para hacer secuestros y así empezó todo otra vez haciendo líos por todos lados. Y cada vez más ruidos hasta que pasó lo que tú debes haber escuchado… De la acusación que me hacen del caso de Cristian Schaerer no te puedo decir nada”, cuenta al periodista que le remitió la carta.
Sin dar nombres, mencionó “que todo este lío” sobre el secuestro lo armó "un caño largo (delincuente) arrepentido que no aguantó la presión del zapato que le apretó el pie. Y para limpiar su culo hizo condenar a 25 años a todo el mundo tirándole mierda a los demás. Contó mentiras y metió en la bolsa a mujeres, niños, abuelas, estudiantes”.
Refiere que por el secuestro fueron condenados 15 personas inocentes “para cuando en esos trabajos no participan más de 4 o 5 personas”. Optó por dejar de hablar sobre el secuestro, y afirmó que a su debido tiempo lo contará todo.
Narró que en los primeros tiempos en que se emitió la orden de captura internacional “regresé varias veces a Argentina” y lo hacía por una de sus parejas a quien le habían detectado cáncer. “Todo se cortaría en el aeropuerto de Ezeiza. Resulta que yo estaba viviendo en Paraguay. Pero en una de mis escapadas a Buenos Aires quise ir a buscar a una mujer paraguaya. Ella esperaba una bebé mía. No alcancé a llegar a la zona de arribos que me encontré con mi foto por todos lados. Decía ‘buscado’ y se ofrecían cien mil dólares de recompensa. Me fui sin dudarlo”.
La misma situación le esperaba en Paraguay: su rostro en afiches con el ofrecimiento de una recompensa para el que aportara datos sobre su paradero, comenta. “Tuve que decidir otra vez más: mi familia o mi libertad. Me hice un plano para llegar a la Triple Frontera. Recién del otro lado decidiría cuál sería mi rumbo. Llegué a los dos días a la zona de frontera, aún sobre tierra argentina. Todo debía ser al milímetro; no me quedaba otra que moverme sereno, concentrado, tranquilo y con las antenas paradas. Dar pasos firmes y seguros”, dice en la carta.
Aseguró en su carta que el 80% de todo lo que la prensa escribió sobre él es mentira. “Informaron, entre tantas mentiras, que en todos estos años como prófugo de la Justicia me dediqué al narcotráfico de marihuana en Paraguay y Brasil. ¿En qué cabeza cabe? Por Dios, hombre; qué tontería”.
Sostuvo que nunca vendió un solo gramo de droga y que “a los narcos yo les rompería la cabeza por infectar a la juventud del mundo entero”. Se describe a sí mismo como una persona que no consume drogas ni bebidas alcohólicas.
“Si a los 51 caí en Portugal por robar bancos, ¿cómo se les ocurre que diez años antes me podría haber dedicado a vender droga en Paraguay? Lo mío es meter caño. Toda mi vida me dediqué a los bancos y blindados”, afirma.
En cuanto a su descendencia, dijo que tiene siete hijos -dos varones y cinco mujeres-, tres de los cuales viven en Lima, uno en Campana y otro en Buenos Aires, y en Paraguay y en Bolivia viven sus últimas hijas, a quienes nunca conoció.
Fuente: Clarín