Zhang, ahora próxima a los 60 años, es conocida por los medios de su país como la “asesina de amantes”, y aunque el término es algo exagerado, sí que organizó en el pasado actos de humillación pública contra mujeres acusadas de tener relaciones con hombres casados.
Este tipo de actos, en ocasiones violentos, suelen filtrarse con frecuencia a través de vídeos en las redes sociales chinas, donde aparecen presuntas amantes insultadas en la calle por las esposas despechadas, a veces incluso desnudadas en público o golpeadas.
“He ayudado a más de 200.000 personas, sobre todo mujeres, a veces por teléfono y otras a través de mi centro de apoyo”, cuenta a Efe la controvertida Zhang, quien desde hace dos años ha abierto en las afueras de Pekín un refugio para esposas a las que sus maridos han echado tras engañarlas, llamado “Bahía de la Luna”.
La mujer prefiere hablar poco de los actos de humillación pública, pero reconoce haber organizado muchos y asegura que algunos “ocurrieron hace 10 años pero ya no, ahora no se puede hacer porque hay muchas cámaras”.
“Eran actos de liberación de la furia”, comenta Zhang, quien afirma que en China la infidelidad está a la orden del día, “especialmente entre los ricos con poder, o aquellos que tienen cargos en el Partido”, según cuenta en alusión a los líderes comunistas. Ella misma vivió esa situación en los '90, cuando su entonces marido, chofer de un alto cargo en la ciudad central de Xian, donde vivían, fue ascendido a un puesto financiero en el que comenzó a ser sobornado con dinero o servicios de prostitutas.
Un día volvió a casa diciendo que estaba con otra mujer e iba a divorciarse: “Estuve tumbada en la cama una semana y al salir mi pelo se había vuelto gris”, recordaba Zhang en otra entrevista, para el diario oficial Global Times. Este hecho, y otro aún más dramático, cuando la hija de una conocida se quitó la vida al descubrir que su esposo la engañaba, le convencieron de que debía “exterminar sin piedad”, en sus propias palabras, a los maridos infieles.
Algo que afortunadamente no ha cumplido, aunque Zhang lleva media vida ofreciendo servicios semejantes a los de un detective, ayudando a esposas con sospechas a descubrir si sus maridos les engañan, y, en caso afirmativo, a vengarse de ellos o de las amantes. “Es la naturaleza de los hombres, nunca piensan que es suficiente, siempre quieren más”, asegura a Efe, siempre con tono implacable y sin filtros.
Podría ser que detrás de esa infidelidad sobrevivan las ideas tradicionales que durante siglos permitieron en China el concubinato (los hombres más ricos y poderosos tenían una esposa y todas las amantes que pudieran mantener), abolido por Mao Zedong al llegar al poder.
De hecho, en China a las amantes se las suele llamar “ernai”, que puede traducirse como “segunda esposa”, un término similar al de las concubinas de la antigüedad, aunque Zhang, inmisericorde con las infidelidades actuales, no las quiere comparar con las pretéritas. “Las concubinas de la antigüedad tomaban las relaciones más seriamente, pero las amantes de ahora quieren dinero más que amor y no tienen sentido de la ley, una ley que no se aplica a los ricos”, asegura.
Zhang recibe más de un centenar de llamadas de mujeres pidiendo ayuda, en un país donde según los expertos el adulterio ha aumentado mucho con el crecimiento económico experimentado en las últimas décadas y ha contribuido al aumento de los divorcios.
Antes de que empezara este siglo el divorcio, si bien legal en China, era casi un último recurso y marcaba socialmente a quienes lo solicitaban, especialmente a las exesposas, aunque ahora entre las generaciones más jóvenes es menos tabú, más frecuente, y en 2015 fue solicitado por 3,84 millones de parejas en todo el país.