Los miembros de Shark Attack Survivors for Shark Conservation trabajan en un programa de difusión internacional que permita dar una mayor protección a los santuarios de los tiburones en todo el mundo.
El tiburón “solo defiende su territorio, el cual los humanos hemos invadido” , asegura en entrevista a Efe Debbie Salamone, víctima de ataque de un tiburón y fundadora de esta organización no lucrativa con sede en Orlando, en el centro de Florida.
Aún así, la mujer, a la que el animal seccionó el tendón de aquiles de su pie derecho, lamentó que las leyes internacionales de protección de los escualos sean muy débiles y pidió legislaciones “ más estrictas ” para evitar su pesca y comercialización.
Salamone, que cambió su profesión de periodista por la investigación de la preservación marina, recuerda su experiencia traumática cuando fue sacudida “por uno de los depredadores más satanizados de la vida marina”.
En 2004 fue atacada por un tiburón en la costa este de Florida, en el mar de Cabo Cañaveral, cuando “ jugueteaba entre las olas ” a 50 pies (15 metros) de la orilla.
Entonces un gran pez saltó a su lado, pero inmediatamente se percató del horror que se le avecinaba. “Lo que perseguía a ese pez era un tiburón que empezó a morder mi pie” , relata.
Después de la cirugía y meses de rehabilitación, Salamone sigue preguntándose qué le había sucedido y porqué le había pasado esto a ella, una periodista con experiencia en temas ambientales y una mujer con habilidad para el baile, uno de sus entretenimientos favoritos.
No obstante, el dramático suceso se convirtió en un compromiso para luchar por la conservación de los tiburones a través de su organización, que ha reclutado a más sobrevivientes en todo el mundo para ayudar a esta causa.
Uno de ellos es Krishna Thompson, un neoyorquino quien en 2001 peleó para arrancar su cuerpo de las mandíbulas de un tiburón.
El hombre cuenta que su desgracia ocurrió durante la celebración de su décimo aniversario de boda en Bahamas.
Después de una noche de festejos, el hombre dejó a su esposa durmiendo en la habitación del hotel y se dio un chapuzón mañanero que acabó en tragedia.
El tiburón atrapó su pierna “ entre la rodilla y el tobillo ” y lo arrastró con fuerza hacia el fondo marino, pero el hombre sacó fuerzas y empezó a golpearle “ en un ojo y en la cabeza como un boxeador ” , hasta que lo soltó.
“Había mucha sangre, ya no tenía pierna, (ahí) estaban los huesos de mi tibia y fíbula (peroné). Estaba totalmente despojado de mi piel y músculo y tejido blando”, explica Thompson.
A pesar de los aterradores ataques y las heridas graves que les quedaron para toda la vida, tanto Salamone como Thompson reconocen que estos depredadores están en peligro, una situación que pone en riesgo el océano y toda su vida marina.
Un estudio de la Asociación The Pew Charitable Trust indica que 100 millones de tiburones mueren cada año, principalmente por sus aletas, un ingrediente para preparar la tradicional sopa asiática de aleta de tiburón.
Aproximadamente un tercio de las especies de tiburones, que crecen lentamente y tardan en llegar a la edad madura, se encaminan a la extinción, aseguran.
Por ello, los sobrevivientes de ataques de tiburón demandan la creación urgente de más santuarios para tiburones donde se prohíba la pesca.
Actualmente existen 15 santuarios de tiburones en todo el mundo, que constituyen juntos más de 7 millones de millas cuadradas, aproximadamente del tamaño de América del Sur, pero dichas áreas solo representan alrededor del 5 % de la superficie marina.
Ahora, después de varias visitas a congresistas, senadores, universidades e instituciones, los sobrevivientes de los ataques de tiburones de varias partes del mundo han aunado esfuerzos en el grupo Pew Environment para restaurar y conservar las poblaciones de tiburones en extinción en el mundo.
En 2016 se registraron globalmente 81 ataques no provocados de tiburones a humanos, 17 menos que en 2015, y solo 4 de ellos fueron mortales, según el informe anual del Archivo Internacional de Ataques de Tiburones (ISAF, en inglés).
Esta base de datos la elabora la Universidad de Florida, región que sigue siendo la zona del mundo donde más ataques no provocados se contabilizan.