El objetivo es que así vuelvan las expediciones de montañeros de las que estos guías viven.
El logro de los anónimos sherpas, etnia cuyo nombre significa “la gente del este”, fue difundido por los medios de medio mundo, pero los nombres de Neema Chiri Sherpa, Aang Temba Sherpa, Mingma Chiri Sherpa, Gyaljen Dorje Sherpa, Aang Gyaljen Sherpa, Mingma Sherpa, Lakpa Chiri Sherpa y Shere Gyaljen Sherpa no salieron casi en ningún lado.
“El trabajo era muy complicado este año porque éramos los primeros en subir tras el terremoto y las avalanchas que habían destruido completamente la ruta”, indicó a Efe Pasang Tenzi, el líder de la expedición.
Esta semana fueron reconocidos por el Gobierno de Nepal más que por su hazaña por haber restablecido una línea de ingresos de divisas que le permite al Estado meter a sus arcas alrededor de 3,5 millones de dólares anualmente, y muchos más en empleos directos e indirectos.
Cada extranjero paga alrededor de 11.000 dólares por conseguir el permiso de escalada pero sus gastos totales rondan los 50.000 dólares si se suman los gastos para aclimatarse, pagar guías, material, manutención y alojamiento.
Los sherpas se encargan de trazar la ruta, de preparar anclajes y de llevar a los montañeros hasta la cumbre y bajarlos de nuevo sanos y salvos. Sin embargo, el trabajo del que viven pendía de un hilo tras la avalancha que en abril de 2014 dejó 16 guías muertos acabando con la temporada y el terremoto de 25 de abril del año pasado, que se llevó más de 8.000 vidas de Nepal, incluidas las de 19 montañeros en el campo base del Everest.
El Gobierno amplió hasta el 2017 los permisos para los montañeros que no pudieron subir en los dos últimos años para recuperar así el sector.
Pasang Tenzi comenzó a hacer montañismo en 1999, cuando tenía 15 años, guiando a los senderistas hasta que se convirtió en un guía de escalada a los 19 años, cuando escaló el Everest por primera vez. Hace tres semanas encabezó la expedición que abrió la ruta, reparando anclajes y colocando cuerdas desde el Campo 2 (hay 4) hasta los 8,848 metros de la cumbre.
Durante un mes de infatigable esfuerzo lograron despejar los principales obstáculos para que los alrededor de 300 escaladores que tratarán de subir esta temporada la montaña más alta del mundo puedan llegar más cómodamente a la gloria.
Pese a lo burocrático de la misión, Tenzi, que ha hecho cumbre en el Everest diez veces, narró una aventura que supera la ficción cinematográfica.
Después de una larga preparación, el grupo de nueve salió del campo base 2, a unos 6.400 metros, en la medianoche del día 9 de mayo, pero en cuanto alcanzaron los 8.500 metros las cosas se pusieron muy complicadas. “Había un viento muy fuerte con nieve”, explicó, al señalar que en ese momento casi se rompió el grupo porque varios “sugirieron regresar”.
“Logré mantener la moral de todos convenciéndoles de que podíamos y debíamos hacerlo”, explicó, al reconocer que era tan consciente de que el más mínimo error supondría la muerte de los nueve como de que sin colocar las cuerdas para las expediciones el sector este año se hundiría y los dejaría a todos sin empleo.
“Dependía de nosotros lograr que la expedición tuviera éxito. Yo estaba preocupado de que si la expedición no tenía éxito, los montañeros extranjeros dejarían de subir por el lado nepalí”, indicó Tenzi. Y como en las películas, aguantaron bajo el temporal durante horas hasta que los elementos dejaron de embestir contra los expedicionarios y éstos pudieron reanudar el camino hacia el éxito, no el de coronar el Everest sino el de llenarlo de guías de cuerda para los que vengan después.
“Fue el momento más feliz del año”, dijo. “Vivimos de hacer de guías de alta montaña. Si no hay expediciones no hay dinero”, dijo.
Como si fuera necesario darle importancia a escalar hasta el techo del mundo, Tenzi dice que “siempre es un desafío” coronar la montaña, agregando a continuación que ha perdido a docenas de amigos en ese empeño. “Uno nunca sabe cuando el Everest te tragará, pero es mi trabajo y no hay excusas”, dijo.