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Sólo bebía agua tibia, nunca fría. Algunos hábitos casi obsesivos de Adolfo Hitler, según la última testigo viviente de la vida privada del dictador nazi.
Así lo relató Elisabeth Kalhammer, de 89 años de edad, quien le contó al diario austriaco Salzburger Nachrichten su experiencia de 1943 en Berghof, el chalet alpino de Hitler en Obersalzberg, sur de Alemania.
La anciana reveló algún hábito aún no conocido del mayor criminal político de la historia. También dijo que era usual que se levantara por la noche para ir a la cocina, donde reclamaba encontrar la “torta del Fuhrer”, una confitura con trozos de manzana alineados, nueces y pasas de uva. La mujer también recordó el “clima rígido” de una casa en la que existía una regla de hierro: “Lo que me dijeron o escuché no puede ser contado al aire libre bajo ninguna circunstancia”. Una vez -comentó- transgredió esa norma y el resultado fue terminante: prohibición de salir durante una semana.
Elisabeth dijo que aceptó el cargo en la casa de Hitler porque “fue una oferta que en ese momento no se podía rechazar”, pero su madre se opuso enérgicamente, aunque miles de chicas “habrían querido vivir en el entorno de Hitler”, deslizó. También dijo que no sabía que él era el responsable del Holocausto. Ninguno tenía ni idea de dónde residía Hitler. “Qué verguenza. Pero yo fingía saber eso para mostrarme interesante”, confesó.
“Nunca he conocido a ese pequeño individuo para mi suerte, así que me salvé”, dijo y añadió que sólo se lo cruzó un par de veces.
Sostuvo que se vio obligada, todo el tiempo, a lidiar constantemente con los hombres del personal de seguridad de las SS del Fuhrer. Y que esa experiencia no le gustó nada. “Siempre tenía que demostrar a los guardias lo que había hecho y lo que iba a hacer. Me hacían cientos de preguntas, todas relacionadas con el trabajo. Y nada de eso se podía contar. No se me permitía pensar, ni hablar”, recordó.
Cuando Hitler estaba en la casa siempre se celebraban grandes recepciones. El dictador comía tarde en la noche, tenía un chef personal, su estricta dieta no contenía carne, y bebía sólo agua tibia, contó la mujer. “ Estudiaba tácticas militares hasta altas horas de la noche y rara vez se levantaba antes de los dos, al día siguiente”, rememoró.
Elisabeth, que fue uno de los doce empleados en el serviciodo méstico del dictador nazi, en cambio, tiene un gran recuerdo de su compañera -se casó un día antes de su suicidio- Eva Braun.
“Fue una muy buena persona”, afirmó. La mujer estaba vestida con el último estilo de moda y se alegraba de las visitas de amigos, pero también cuidaba de que el personal hiciese todo lo que se necesitaba. Mientras que en su casa Elisabeth siempre pasó hambre, en Berghof se le permitía sentarse en una mesa siempre limpia y fresca para comer y beber jugo de manzana y agua. Y en la Navidad, recibieron ovillos de lana para hacer calcetines y enviarlos a los hombres en el frente de batalla. “Yo se los mandé a mi hermano”, apuntó triste.