“He venido desde Connecticut para probar estos 'cupcakes'. Me han dicho que son muy buenos y es básicamente el motivo por el que estoy hoy en Nueva York”, dijo Kelly Cattano, una joven de 14 años que no dudó en viajar una hora en tren para probar un “red velvet” (de chocolate y vainilla recubierto de un colorante rojo hecho con remolacha).
Otros como Malene se enteraron a través de las redes sociales de esta golosa iniciativa y antes de ir al trabajo decidió pasar por el “cajero automático” para comprar un par de “cupcakes” a sus compañeros, a 4,25 dólares cada uno.
“Creo que es una gran idea porque incluso cuando la pastelería está cerrada puedes seguir viniendo a comprarlos. Solamente hubiese preferido que estuviese en una zona de mayor tránsito, como Times Square”, contó esta fanática del “cuban coffee” (de café cubano, como su nombre indica).
La iniciativa de los “cajeros automáticos” surgió hace un par de años en California, cuando la popular chef Candice Nelson, fundadora de “Sprinkles Cupcakes”, salió con unos amigos y en mitad de la noche fue incapaz de aplacar su antojo por un pastelito.
El primer local se estrenó hace nueve años en el corazón de Beverly Hills, a unos pasos de Rodeo Drive, y desde entonces han abierto quince pastelerías repartidas en ocho estados, desde California a Nueva York, pasando por Illinois, Georgia o Texas.
Con casi medio millón de “amigos” en Facebook y más de 127.000 seguidores en Twitter, por ahora tienen “cajeros automáticos” en sus pastelerías de Beverly Hills, Las Vegas, Dallas y Chicago, además del que acaban de estrenar en Manhattan.
Para su asalto a Nueva York han optado por el Upper East Side, el barrio “nice” de la ciudad, donde esperan ganarse la confianza de una clientela fiel que siente un fervor casi religioso por este dulce tradicional que volvió a reinventarse con Sex and the City.
La pasión por los “cupcakes” es tal que sus incondicionales se molestan cuando lo confunden con otros productos estrella de la repostería, y repiten casi de memoria que las magdalenas “son más esponjosas” y los “muffins” de mayor tamaño.
Bajo el lema “Es difícil recordar la vida antes del acceso a los cupcakes 24 horas al día”, de momento tienen en la Gran Manzana su primer “cajero automático” en el número 780 de la avenida Lexington, pero en un mes planean abrir otro en el World Financial Center.
Una de sus supervisoras explicó que la máquina se repone tres veces al día, la última vez tras el cierre de la tienda, a eso de las nueve de la noche, para garantizar que el “cajero automático” está bien surtido y que los “cupcakes” sean frescos.
“Mucha gente ha venido para comprar nuestros pastelitos y estamos a tope (...) y la fila a veces da la vuelta”, cuenta Vanessa Pérez, quien asegura que el más solicitado por los clientes es el “red velvet”.
Lo más difícil fue diseñar el empaquetado para que el glaseado manjar no se estropease, según otra de las responsables de la tienda, Maura Weber, quien asegura que en su primer día de apertura el “cajero automático” llegó a dispensar unos 800 “cupcakes”.
“Es muy simple. Presionas el que quieres en la pantalla y en treinta segundos lo tienes”, asegura Kelly, que se despide explicando en perfecto castellano por qué siguen haciendo furor los pastelitos. “Me gustan los” cupcakes “porque son deliciosos”.