El uruguayo se une a la larga lista de investigadores que aseguran haber dado con la verdadera identidad de “Jack El Destripador”.
Stephen Herbert Appleford. Así se llamaba realmente el despiadado asesino que atemorizó a la capital británica a finales del siglo XIX, según las pesquisas de Cuitiño, autor del ensayo “Viajando en el tiempo para atrapar a Jack el Destripador”, de reciente publicación en la red.
Para llegar a esa conclusión, el estudioso se esmeró dos años en realizar un “análisis geográfico de los hechos” y “unas simulaciones en computadora”, aprovechando la vasta información oficial que es posible conseguir a través de internet.
“Mi interés es vincular la historia con la matemática, trato de darle un enfoque matemático a los acertijos y los misterios”, explica Cuitiño, de 38 años y profesor de Probabilidad y Estadística de la Universidad ORT de Montevideo.
¿Pero en qué basa su arriesgada teoría? De entrada recuerda la vieja hipótesis de que “Jack” era un cirujano, como Appleford, que además trabajaba en el London Hospital de Whitechapel, el área donde murieron las cinco víctimas que se le atribuyen al primer asesino en serie mediático de la historia, todas ellas prostitutas.
Appleford rondaba los 36 años, la edad “de máxima operatividad de un psicópata”, y tenía un coeficiente intelectual superior a la media, también como ese tipo de criminales.
Era originario de Coggeshall (Essex), un pueblecito cuyos habitantes tienen fama de estúpidos, lo que podría haberle causado un resabio social. Aunque luego se casó, entonces era “soltero, nunca tuvo hijos, y vivía hacinado en una casa con sus hermanas”.
Además, tenía una gran fortaleza física porque en la universidad compitió en remo y natación. Según Cuitiño, comenzó a desarrollar sus prácticas criminales tras la muerte de su madre, a la que estaba muy apegado, en 1881. Un año después hubo un intento de asesinato que el uruguayo atribuye ya a “Jack El Destripador”.
Una mujer fue víctima de un ataque por la espalda con un cuchillo. El cirujano fue encontrado cerca de allí y al ser identificado como médico tuvo que atenderla y elaboró un informe en el que sostenía que se había lesionado ella misma.
El elegido por Cuitiño “era zurdo, como el asesino, que cortaba las gargantas de derecha a izquierda”. A esa conclusión llegó analizando la caligrafía del médico, inclinada de izquierda a derecha, a partir de la digitalización de una hoja del censo londinense suscrita por él mismo a principios del siglo XX.
La similitud entre las dos escrituras fue cotejada por un grafólogo de la policía uruguaya, asegura. El apoyo del Google Maps -el profesor de matemáticas nunca ha pisado Londres- sirvió para elaborar una tesis geométrica y probabilística en torno al vínculo de Appleford con los crímenes, especialmente los dos cometidos la noche del 30 de septiembre de 1888.
El apellido del cirujano se escribe con dos “p” como “ripper” (destripador) y en 1895 el médico publicó un artículo en el British Medical Journal sobre un pequeño estuche de bolsillo para llevar bisturíes como el que podría haber usado el asesino para no ser descubierto, una forma de burlarse de la policía, cree Cuitiño.
Appleford murió, además, el 31 de agosto -la misma fecha del primer crimen- de 1940 a la nada casual edad de 88 años -como el año de las muertes.
“Probablemente se suicidó, riéndose de Inglaterra y de los ingleses hasta en el último instante de su vida”, especula este “Sherlock Holmes” uruguayo, que en diciembre publicará un libro sobre Carlos Gardel que promete levantar polémica en Argentina porque avala la tesis que sitúa su cuna en Tacuarembó (Uruguay).