El artista “performer” apareció a la hora establecida delante de un bosque de cámaras y aparatos de foto en el museo del parisino Palacio de Tokio, un poco vacilante.
El artista entró en esta especie de sarcófago tallado especialmente en forma de silla con una cavidad para extender los brazos y permitir algunos movimientos que fue instalada en el sótano del Palacio de Tokio.
Las dos mitades de la roca fueron unidas hace una semana y Poincheval inició entonces lo que calificó como un “viaje al interior de la piedra”, y “especie de cristalización o fosilización”.
“El corazón de la piedra fue tallada como mi silueta, un poco más grande para permitir algunos movimientos. Hay algunas cavidades a los lados para almacenar agua, para las necesidades... Del otro lado, los alimentos, esencialmente líquidos, sopas” , había explicado Poincheval antes de iniciar su “viaje”.
El “performer” era filmado por una cámara infrarroja en el interior de la piedra y las imágenes fueron difundidas en un monitor que permitieron al público seguir en directo lo que sucedía.
“En esta piedra viajo sin moverme, como un astronauta, un poco como en una balsa. No me siento para nada oprimido”, contó el artista a la AFP el viernes por la noche.
Abraham Poincheval podía comunicarse con el exterior a través de una juntura de su caparazón de piedra, desde donde le llegaba el eco de los visitantes del Palacio de Tokio.
“La cosa más difícil es organizar el sueño. Nunca sé si duermo o no, es muy extraño. Tengo algo de conciencia del tiempo, en relación a la apertura del museo, ya que escucho sonidos diferentes, pero ninguna noción del día y de la noche”, contó el artista.
Los visitantes, fascinados, le hablaban, le leían poemas, contaban incluso sus pesadillas. Un joven incluso tocó guitarra.
Este no es el primer encierro de Poincheval. Ya pasó ocho días en un agujero debajo de una piedra de una tonelada y dos semanas en el interior de un oso embalsamado. También vivió siete días en una plataforma a 20 metros de altura frente a una estación de tren de París y remontó un río a bordo de una botella de seis metros de largo.
Abraham Poincheval tendrá poco tiempo para recuperar la normalidad. El 29 de marzo, también en el Palacio de Tokio, tiene previsto incubar una decena de huevos de gallina, “su primer trabajo con un ser vivo”. Pasará 26 días bajo una capa rígida, tratando de mantener una temperatura media de 37 grados, una experiencia filmada las 24 horas del día.
Esperará la eclosión de varios polluelos, que enviará a sus padres que viven en el noroeste de Francia. Entre tanto reflexionará sobre su gran sueño de caminar sobre las nubes. “Hace cinco años que trabajo en ello, pero todavía no lo tengo todo listo”.