Los niños que recuerdan sus vidas pasadas

Muchos niños tailandeses vienen al mundo con algo más que un pan bajo el brazo, se traen los recuerdos de sus vidas pasadas, una creencia budista arraigada sobre todo en las zonas rurales.

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Como todos los niños, Nopporn Jairaew nació inocente, al menos hasta que a los dos años de edad reveló a sus padres que en su existencia anterior murió de un disparo tras entrar a robar en la casa de un vecino.

Al principio, sus progenitores se resistieron a creer al niño, que insistía incluso en que en aquella vida se llamaba Teep, porque no querían enfrentarse al mal “karma”, las retribuciones o castigos que cada uno recibe por las buenas y malas acciones.

“Para probar si Nopporn era la reencarnación de Teep, lo llevamos al médico. Entonces, descubrimos que tenía tres marcas en los mismos lugares donde el disparo había entrado y salido en la mandíbula y la cabeza”, explicó a Efe su madre, Po Jairaew.

El pequeño, que no quiso contar quién había matado a Teep, visitó finalmente a sus padres de su anterior vida, unos ancianos con canas que vivían cerca y que lo recibieron como si fuera su propio hijo.

La historia de Nopporn, que ahora tiene 22 años, fue acogida con absoluta normalidad en Khao Takro, una pequeña aldea ubicada entre campos de arroz en provincia tailandesa de Nakhon Sawan, cerca de 250 kilómetros al norte de Bangkok.

En 2006, otro vecino llamado Monkhol Jaikaew falleció a causa de un rayo cuando realizaba sus labores en el campo y, en el funeral, sus familiares le hicieron una marca en la frente y el pecho para poder reconocerlo en caso de que renaciese.

Unos años más tarde, los padres del campesino fulminado por el rayo recibieron la visita de una madre con su hijo, Bom, quien aseguraba ser la versión renacida de Monkhol. “Me paraba por la calle y me invitaba a comer y me preguntó por los perros que tenía antes de morir”, relata a Efe sin ocultar su satisfacción Arun Jaikaew, el padre de Monkhol.

“Recordar las vidas pasada es algo normal”, afirma el progenitor, sosteniendo el retrato de su vástago fallecido frente a su hogar, un humilde chamizo de madera con un pequeño huerto donde corretean los polluelos.

Arun y su esposa, actualmente enferma, se consideran afortunados por poder volver a ver a su hijo, aunque fuera renacido en un niño de seis años, los que tiene ahora Bom.
Según los lugareños, estos niños sólo rememoran sus vidas pasadas hasta los siete u ocho años por lo general y, después, van perdiendo los recuerdos hasta que los olvidan por completo.

Así le ocurrió a Moowan, que en sus primeros años de vida se reveló a su vecina como su abuela renacida y le contó detalles personales sobre su pariente fallecida, como dónde guardaba sus vestidos y hasta detalles de sus propiedades.

Moowan, que actualmente tiene cerca de 7 años, ya no recuerda con claridad su supuesta vida pretérita, aunque mantiene una relación muy estrecha con la familia de su vecina, a los que visita regularmente y considera su segundo hogar. Su caso llegó a salir en programas de la televisión nacional e incluso en un libro sobre los numerosos casos de renacimientos en la aldea.

Los budistas prefieren decir “renacer” a “reencarnarse” , ya que no creen en el alma.
La afluencia de casos de niños que alegan recordar sus vidas pasadas en Tailandia atrajo entre los años 1970 y 1980 a un psiquiatra estadounidense, Ian Stevenson, quien recorrió en varias ocasiones el país para catalogar testimonios.

El psiquiatra, que murió en Estados Unidos en 2007, recabó cerca de 3.000 supuestos casos de renacimientos en varios continentes y dedicó un libro a los casos que había documentado en Tailandia y Birmania: “Twelve Cases in Thailand and Burma”.

Stevenson, que con sólo 38 años llegó a ser el responsable del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Virginia (Estados Unidos), consideraba la reencarnación o renacimiento como la “explicación más plausible” de muchos de los casos que estudió.

En su opinión, muchos problemas fisiológicos tenían su explicación en las vidas pasadas, como la fobia al agua de las personas que, en su vida pasada, murieron ahogadas. El psiquiatra se topó con el escepticismo y el rechazo de muchos de sus colegas, pero su tenacidad y una donación del inventor de la fotocopiadora, Chester Carlson, le permitió crear en 1967 la División de

Estudios Perceptivos en la Universidad de Virginia, quizá el primer departamento de parapsicología en el mundo.

Un año antes de su muerte, Stevenson escribió un artículo titulado “Media carrera con lo paranormal” en la que instó a sus colegas a seguir investigando este campo sin importar las incomprensiones que -precisó- también padecieron en su día científicos como Galileo, Wegener o Jenner.

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