La marcha de los campesinos desnudos

MÉXICO. Alfonsina Sandoval reconoce que no está feliz por enseñar sus senos en las calles de México, pero a los 60 años solo puede llamar la atención con su cuerpo y por eso lo usa para protestar contra los políticos del oriental Estado de Veracruz.

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“Nos sentimos impotentes y nos desnudamos para desnudar al Gobierno de Veracruz. Esto de salir a protestar ya me costó perder a mi marido, sin embargo tenemos necesidad de un acto radical”, explica a Efe la integrante del movimiento de Los 400 pueblos.

Es una mulata que en su juventud debió ser hermosa, pero prefiere ser reconocida por sus duros modales mientras baila una cumbia en la calle junto a otras 23 mujeres, algunas jóvenes y bonitas cuyos cuerpos unos pocos retratan con sus teléfonos modernos.

El de los 400 pueblos es un grupo campesino de más de 3.000 familias surgido a inicios de este siglo para oponerse el despojo de sus tierras.

Esta semana trajo a la ciudad de México unas 500 personas para denunciar al político veracruzano del conservador Partido Acción Nacional (PAN) Miguel Ángel Yunes, quien fue también director del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), por enriquecimiento ilícito. Pero el movimiento reclama de forma distinta, con bailes y desnudos; los hombres con una pieza que tapa los genitales, las mujeres sin ropas de cintura para arriba.

Mientras una orquesta de nombre pueblerino, “Gallinero musical”, toca ritmos alegres, la mitad de los hombres se suben en una tarima en la acera mientras la otra parte se queda abajo y con una sincronización de rueda de casino, el conocido baile caribeño, hacen movimientos corporales.

Las mujeres son menos, pero llaman más la atención porque se paran encima de las líneas divisorias de los carriles de la avenida Eje Central y allí, sin giros laterales para no invadir la vía de los autos, ejecutan bailes jarochos, típicos de su región, con una alegría que tiene más de carnaval que de protesta.

“Bailan así de bien porque es algo con lo que nacemos allá, es mejor eso que gritar cosas feas, ser violentos o molestar a la gente. Denunciamos a Yunes por enriquecimiento ilícito y aquí nos encuentran dos horas a partir del mediodía y otras dos en la tarde”, asegura Nereo Cruz, integrante del consejo del movimiento.

Juan Carlos, manifestante residente en el poblado Martínez de la Torre, reconoce que es duro bailar cuatro horas al día, pero han retado a las autoridades y ahora no pueden decir que no.

“Estamos aquí por la necesidad de manifestarnos contra estos cabrones y ahora debemos aguantar el cansancio. Ya llevamos tres días, comemos lo que podemos, y en las noche acampamos en Tlatelolco, a veces con frío”, revela mientras baila con la foto de Yunes colocada a la altura de su sexo.

En la Ciudad de México, donde con la venia del Gobierno las manifestaciones suelen interrumpir el tráfico, el grupo campesino ha apostado a rebelarse con civismo y ha puesto folclor a sus reclamos sin bajarle al rigor.

Por momentos parecen un equipo deportivo o una comparsa, aunque no se entrenan ni ensayan antes, y se hidratan con bebidas azucaradas porque son más baratas.

Al costado del Museo del Palacio de Bellas Artes, donde este fin de semana una exposición desvela la pasión de Miguel Ángel por los cuerpos, los campesinos exponen los suyos sin recato por la desnudez, que solo asumen como una herramienta para reclamar.

“A veces duele, tengo una vieja lesión en la espalda baja y tanto ajetreo, me hace sentir que un manojo de espinas baja por mis piernas, pero no se lo digo a los jefes porque me sacan”, dice un hombre de calzones azules y cara tostada, negado a divulgar su nombre y profesión.

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