Dulce María García vive en Salsipuedes. No es una advertencia de que quien acuda a esa localidad tendrá problemas para salir, sino el nombre de una tranquila comunidad de unos 300 habitantes, ubicada en el municipio de Acapulco de Juárez, en el estado suroccidental de Guerrero.
“No sé por qué lo llamarían así, pero así se ha llamado desde que nació el pueblo”, cuenta a Efe por teléfono y añade que los vecinos de otros lugares siempre se están riendo de tan peculiar nombre.
Los ya mencionados La Chingada, Está Cabrón y otros del estilo como Chingadazo o más sugerentes como Las Tetillas también forman parte de los nombres curiosos destacados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en un estudio de toponimia difundido esta semana.
Las Tetillas pertenece al municipio de Peribán en el estado de Michoacán y en realidad no llega a ser un pueblo como tal, según explicaron a Efe fuentes del mencionado municipio, sino que es un rancho. Y es que el Inegi cuenta como unidad poblacional al “lugar ocupado con una o más edificaciones utilizadas como viviendas, las cuales pueden estar habitadas o no”, y “reconocido por un nombre dado por alguna disposición legal o la costumbre”.
Así, muchos de los pueblos existentes en México obtienen sus nombres de las costumbres de sus habitantes, de las características del terreno o, por supuesto, del humor de sus fundadores. Por ejemplo, hay varios nombres que contienen palabras en inglés como The Flower Game y Rancho Little Joe, o de lugares exóticos como Nuevo Hawai o Nueva Grecia, un fenómeno que, según el Inegi, se debe a la migración de los ciudadanos.
“Cuando los migrantes regresan a sus lugares de origen traen consigo términos procedentes del país al cual viajaron y los utilizan para nominar a nuevas localidades o bien para renombrar algunas que anteriormente tenían topónimos indígenas”, apunta el estudio.
Pese a esto, continúan predominando en México los nombres prehispanicos, creados por los antecesores para nombrar sus asentamientos haciendo referencia a la descripción de las propiedades y configuración del terreno, a las características de tipo climático del ambiente, así como a la flora y fauna del lugar. Sin embargo, el Inegi alerta que con el paso del tiempo y de los distintos periodos históricos estos nombres han ido desapareciendo.
Periodos como la conquista española hicieron muchos de estos nombres se perdieran o se modificaran, bien por adaptaciones fonéticas o por la llegada de la religión católica que hizo que los nombres indígenas se cambiaran por los de santos.
“Además, en etapas posteriores vendrían los nativos del país a asignar nombres relacionados con los sucesos históricos de México, como La Independencia, La Reforma y La Revolución Mexicana, todos ellos, eventos que fueron semilleros de grandes héroes y prohombres locales y nacionales”, apunta el estudio del Inegi.
Según destaca el organismo, resulta “contundente” que el paso de los años ha mermado mucho el uso de los nombres indígenas y, de continuar con esta tendencia, “en poco tiempo se estará hablando de ellos como algo que se extinguió”.
Esto sería “una situación lamentable” por lo que es muy importante que se implementen acciones para evitar su pérdida ya que estos nombres “representan la personalidad de los antepasados indígenas” y “forman parte de la esencia del país”.