Familia sudafricana declara la guerra a traficantes de cuerno de rinoceronte

JOHANNESBURGO. Una familia sudafricana ha puesto en marcha equipos de guardas privados armados y aeroplanos y ha ofrecido recompensas económicas.

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Las recompensas se ofrecen a a quienes ofrezcan información que permita la detención, juicio y condena de los peces gordos de las mafias de tráfico de cuerno de rinoceronte.

Con estas medidas, la familia D'Arrigo pretende salvar de las balas de los furtivos a los rinocerontes de su parque de la región norteña de Limpopo, así como de otras propiedades de la zona, con cuyos dueños trabajan en este objetivo común.

“No nos interesan los cazadores. Se detiene a uno y viene otro. Buscamos a los grandes jefes, que son gente de muy alto nivel”, dice Franco D'Arrigo, que asegura que él y su familia tienen la determinación de llegar hasta ellos “por muy importantes que sean”.

Los D'Arrigo, hijos de un inmigrante siciliano que soñaba con “tener una reserva natural y un gran automóvil americano” y fundó una gran empresa de aceros, tienen negocios en el turismo, la inmobiliaria y el comercio. Pero tras la muerte en octubre de dos de sus rinocerontes -uno de ellos una hembra embarazada- a manos de los cazadores furtivos, decidieron declarar la guerra a los traficantes.

“Lloré mucho por ellos, hasta que me dije a mí misma: las lágrimas no van a hacer nada. Tenemos que pasar a la acción”, cuenta una de las hermanas, Carmela Lattanzi, en el almacén de la empresa familiar de acero situado en el este de Johannesburgo.

Desde entonces, Lattanzi ha puesto en marcha Limpopo Rhino Security Group, un equipo para evitar la caza de rinocerontes formado por guardas armados que pagan los dueños de cada una de las 16 propiedades de la zona, que se coordina y moviliza a través de un grupo en WhatsApp en el que también participa la Policía.

Lattanzi habla a EFE tan sólo unas horas después de que algunos miembros del grupo hayan detectado furtivos en una propiedad cercana y hayan compartido la información con el resto de guardas y propietarios, lo que permite a los D'Arrigo y a otros dueños ponerse en alerta ante la posible actividad de los cazadores en sus terrenos.

Publicitadas a través de la prensa y del boca a boca, las recompensas también han comenzado a funcionar y la familia ya ha recibido informaciones sobre la identidad de los cabecillas del negocio, que tiene su mercado en China y Vietnam, donde se atribuyen propiedades curativas y afrodisíacas al cuerno de rinoceronte.

D'Arrigo dice no poder revelar el origen de las revelaciones ni las conclusiones que les han permitido sacar, pero insiste en el “perfil muy alto” de las personas de las que sospechan.

Además de descubrir y exponer a esta gente, el sistema de recompensas pretende debilitar las mafias, creando desconfianza entre grupos rivales y dentro de las propias bandas, que asesinaron en 2014 a un total de 1.215 rinocerontes, un 21% más que el año anterior, según informó ayer el Gobierno sudafricano.

“Va a ser como una bola de nieve, porque empezarán a preguntarse de dónde viene la información, cómo sabemos lo que hacen y dónde están”, explica Franco D'Arrigo, que acaba de comprar con su propio dinero una avioneta para dedicarla a labores de vigilancia en las 16 propiedades de la zona.

El objetivo de esta adquisición -y de la de drones y otras tecnologías que planea el Limpopo Rhino Security Group- es que los cazadores sepan que están controlados y que habrá una respuesta rápida y contundente, de manera que “se lo piensen dos veces antes de matar a un rinoceronte en nuestros terrenos”.

Pero todas estas medidas de protección hacen muy caro y poco rentable tener rinocerontes, por lo que los D'Arrigo y el resto de propietarios necesitan donaciones para seguir con su trabajo para la conservación de la especie.

“No podemos dejarlo en manos del Gobierno, porque realmente no es su trabajo. Debemos proteger nosotros a nuestros rinocerontes”, dice sobre los dueños particulares de estos animales Lattanzi, quien comprende que las autoridades prioricen el Parque Nacional de Kruger, el mayor del país y donde viven más rinocerontes.

“Para salvar a los rinocerontes debemos aplicar fuerza contra fuerza, luchar con fuego contra el fuego”, afirma Franco d'Arrigo sobre una batalla que Sudáfrica -el país con mayor población de rinocerontes con cerca de 20.000- está perdiendo, y de la que depende la supervivencia de la especie.

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