Escuela de surf forma ciudadanos en la mayor favela de Río de Janeiro

RÍO DE JANEIRO. Los niños de la Rocinha, la mayor favela de Río de Janeiro y cuya pobreza los obliga a pasar las vacaciones de verano en casa, tienen un aliciente: una escuela de surf en la que, además, aprenden inglés y música.

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Entrar a esta particular escuela de surf transporta a cualquiera, de golpe, a un campamento de verano, con actividades deportivas e inglés, con guitarras por el medio y con muchos gritos y sonrisas de niños y adolescentes.

Este campamento, además de ser gratuito, tiene otra particularidad: beneficia a menores de escasos recursos de una barriada pobre que fue ocupada el 13 de noviembre de 2011 por centenares de policías, con el apoyo de blindados y helicópteros del Ejército, en una operación para acabar con la violencia relacionada con el tráfico de drogas, que dominó el lugar durante décadas.

Es lo que se conoce en Río de Janeiro como una favela “pacificada” (ocupada por policías), aunque aún arrastra muchos problemas y conflictos, a veces armados, entre la policía y los narcotraficantes.

La escuela de surf se encuentra en la falda del cerro por el que escalan las viviendas de esta favela, al lado de un complejo deportivo de reciente construcción y a diez minutos a pie de Sao Conrado, una de las playas preferidas por los surfistas de la ciudad.

Ocupa un muy buen local, donado por el gobierno regional del estado de Río de Janeiro, y no hay caja registradora, porque los profesores son voluntarios y los niños no pagan nada.

La australiana Claire McMahon es una de les tres profesoras voluntarias de inglés y lleva dos meses enseñando el idioma de forma gratuita. Asegura que “el surf es solo algo para ayudar a los niños a estar dentro de algo productivo y, antes de que estén en la calle, se les ofrece inglés, música...”.

Una de sus alumnas es Kimberly Duarte, quien reconoce que su vida “mejoró mentalmente” desde que es alumna de la escuela, porque tiene “más cabeza” y piensa las cosas “antes de hacerlas”. Añade que ha encontrado “una segunda casa, otra familia”.

Eso es lo que el fundador y responsable de la escuela, José Ricardo Ramos, tenía en mente cuando la creó hace 28 años: “Es una cuestión de unir lo útil y lo agradable”, asegura en alusión a la mezcla de inglés y surf, y añade que “se trata de coger a los niños que están en la calle sin hacer nada y traerlos para acá”.

Se pone como ejemplo a él mismo, que siempre vivió en Rocinha.

“Cuando yo era un niño sólo hacía cosas mal hechas; no tenía mucha educación ni cultura, pero con el surf me acerqué a otras personas, compartí conocimientos y mi vida fue mejorando”, dice con una sonrisa de oreja a oreja.

Añade que “hay niños que tienen muchos problemas en casa e ir a la escuela es una vía de escape para ellos”.

José Ricardo tiene desde hace pocos meses una nueva socia: Clàudia Boddy, una chica de Barcelona que visitó Brasil hace un año y, al conocer la iniciativa, se quiso involucrar de pleno en ella. Hoy, carioca y catalana son pareja y gestionan juntos este proyecto.

Clàudia no se plantea volver a su Barcelona natal, porque su vida allí era “muy monótona” y, pese a admitir que en Río de Janeiro vive en peores condiciones y con mucho menos dinero, asegura que en su nueva vida “cada día hay algo nuevo, una nueva historia, un nuevo problema, una nueva satisfacción”, lo cual dice compensarle.

La escuela atiende actualmente a 42 niños de la favela, 42 niños que han encontrado un lugar dónde cumplir sus sueños, dónde se sienten parte de la sociedad y de la ciudad, Río de Janeiro, que aún tiene mucho camino por recorrer en la lucha para reducir las desigualdades sociales.

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