“Esas personas (los balseros) se merecen que se cuente su historia”, dice a Efe en una entrevista telefónica desde DeBary, una ciudad de menos de 20.000 habitantes enclavada en el centro del estado de Florida (sureste de EE.UU.).
Con 30 años cumplidos y casado con Alicia, una chica de Nueva York sin raíces hispanas pese al nombre, el alcalde de DeBary tiene acostumbrados a sus vecinos a las osadías propias de la juventud desde que asumió el cargo en 2015.
Johnson hará la peligrosa travesía del estrecho de la Florida por amor a la aventura, pero también por empatía hacia el pueblo cubano.
El alcalde, que se define en su blog como un “emprendedor ecléctico de toda la vida”, “con una tendencia a tomar el camino menos transitado”, es contrario al embargo estadounidense a Cuba y defensor de una política más abierta hacia ese vecino situado tan cerca y tan lejos a la vez.
“Son solo 90 millas (145 kilómetros) pero parecen miles”, dice Johnson.
Sin embargo, no todo es aventura en su proyecto.
La peligrosa travesía del estrecho de la Florida, una zona solo apta para marinos avezados, con tormentas impredecibles y además infestada de tiburones, también tiene como objetivo “compartir la experiencia y sopesar los pros y los contras de una relación más abierta con nuestro vecino” del sur, según dice el alcalde en la página web que ha abierto para contar su proyecto.
En su conversación con Efe, el alcalde, que tiene una empresa de reparación de piscinas y mosquiteras, asegura que quiere “inspirar” a otros con su viaje y transmitir el mensaje de que hay que disfrutar de la vida.
Johnson quiere que su travesía sea lo más parecida posible a la de los “balseros” auténticos que siguen llegando a las costas de Florida, e incluso en mayor número que antes, pese al proceso de normalización de relaciones que EE.UU. y Cuba iniciaron en diciembre de 2014 y ha dado ya como resultado la reapertura de embajadas.
“La inmigración es un tema caliente en Estados Unidos ahora. Florida está metida en el asunto con la política de 'pies mojados/pies secos' que permite que los cubanos que lleguen a tierra por mar reciban el estatuto de refugiados. Poco se sabe del viaje que hacen y hay muy poca información también sobre qué es exactamente lo que lleva a estos hombres, mujeres y niños a venir hasta aquí”, dice como presentación de su aventura.
Johnson, que ya obtuvo el correspondiente permiso de las autoridades estadounidenses para viajar a Cuba como investigador y periodista, dado que escribirá un blog, viajará a La Habana en avión junto a su esposa.
Allí, como un verdadero “balsero”, buscará los materiales con que construir su balsa, probablemente maderos y bidones, y zarpará de algún punto al oeste de La Habana rumbo a Cayo Hueso, en el extremo sur de la Florida. No podrá llevar a ningún cubano como acompañante, porque no está permitido por la ley, dice a una pregunta de Efe.
Su esposa regresará a EE.UU., en avión y le esperará, agrega.
Aunque quiere ser un “balsero” como los demás, Johnson tampoco quiere que su viaje esté librado solo a la suerte. Por eso hará varias pruebas con botes en lagos de la Florida y también en el océano antes de viajar a Cuba.
Tras reconocer que su experiencia como marino es “escasa” y asegurar que es un aventurero pero “respeta el peligro”, dice que llevará en su equipaje dos localizadores, uno de ellos conectado a su pagina web, para colocarlos en la balsa.
Si todo va bien surcará las 90 millas del estrecho en dos días, pero está preparado para una travesía que puede llevar siete u ocho días si el tiempo no acompaña.
Johnson cuenta ya con un patrocinador, la marca de bronceadores Havana Sun, propiedad de Ron Rice, quien ha declarado a medios locales que no gastaría su dinero si no estuviera convencido de que el alcalde puede lograr su propósito.