Estas largas ceremonias no se celebran cualquier día, sino que se eligen las fechas minuciosamente en busca de buenos auspicios.
Los espíritus de los muertos toman posesión del médium, que alterna entre cánticos y danzas, al ritmo de la música. El médium entra en trance y ataca a los enemigos invisibles con una espada al son de los tambores y de los cantos. Bebe y fuma. En esos momentos “tengo la sensación de que alguien me deja penetrar en el corazón de cada cosa, de cada palabra que pronuncio, de cada movimiento que hago. Dejo de ser yo mismo”, explica a la AFP La Thi Tam, una chamán profesional de 50 años.
Durante la ceremonia, en un pequeño templo, la chamán cambia continuamente de trajes, de sombreros y de accesorios de colores chillones. El lugar desborda de ofrendas y de bastones de incienso que recuerdan a los templos budistas de este país del sudeste de Asia. Hasta los años 1980, las autoridades comunistas lo consideraron una herejía. La práctica del Le Len Long continuó en secreto. Al final de esa década las restricciones se fueron levantando poco a poco y hoy se tolera.
La costumbre se remonta al siglo XIII y consiste en apelar “a los espíritus de los muertos a través del cuerpo de los vivos para conectar pasado y presente”, según el libro de Nguyen Ngoc Mai “La ceremonia del Len Dong: historia y valor”, todo un referente en la materia. La Thi Tam, otrora cantante, practica el Len Dong desde hace unos 15 años, después de que, según ella, un espíritu la persiguiera durante el sueño. Afirma que estuvo enferma un mes, era incapaz de comer e incluso “reptaba alrededor de la casa pronunciando palabras extrañas” .
Estaba desesperada y se lanzó en el Len Dong sin decir una palabra a su marido, policía de profesión. “La ciencia es excepcional pero el espíritu del Len Dong es algo increíble que no se puede explicar ni imaginar”, declara a la AFP.
“Después de las ceremonias, me siento feliz, siento que hice algo bien”, confiesa, radiante. “Mis tres hijos practican el Len Dong”, afirma Dao Thi Huong, también adepta de esta tradición. Estaba convencida de que los tres heredarían la mala suerte de sus antepasados y que les esperaba una muerte precoz.
“Tenía mucho miedo. Si no hubieran participado en las ceremonias, estarían muertos”, afirma en un país donde el culto a los antepasados es casi una religión. Según algunos investigadores, esta práctica puede ayudar a las personas bajo fuerte estrés o con trastornos psicológicos poco importantes. Pero genera polémica. “Los que no entienden pueden decir que estoy loco”, confiesa Nguyen Thanh Tung, otro adepto.