“Es el primer ser humano que cruza el Gran Cañón”, dijeron los organizadores al recibirlo en tierra firme, casi 23 minutos después de que comenzara el desafío hacia las 18:30 locales (21:30 en Paraguay), sobre una cuerda de cinco centímetros de diámetro y 426 metros de longitud.
“Mis brazos están cansados” de sostener la barra de balanceo, suspiró el acróbata de 34 años al terminar la caminata a casi medio kilómetro de altura sobre el glorioso paisaje desértico del Gran Cañón.
“Fue muy estresante, esos vientos eran tan impredecibles”, comentó a los reporteros del canal Discovery -que transmitió la hazaña en vivo para 219 países- luego de haberse enfrentado a ráfagas de cerca de 70 km por hora que se escuchaban claramente golpear los micrófonos que llevaba incorporados.
La cuerda de acero se extendía a lo largo de la garganta del río Little Colorado, en el parque nacional indígena Navajo en Arizona (suroeste de Estados Unidos), en el extremo este de la falla geológica.
“Jesús, gracias Jesús, gracias Señor (...) ayúdame a relajarme, Señor, gracias padre; Dios, eres tan bueno; cuánto te amo, Jesús”, se escuchaba a Wallenda repetir, en una continua oración, mientras avanzaba lentamente desafiando el viento y la altura.
“Los vientos son mucho peor de lo que esperaba”, dijo unos seis minutos después de iniciar la caminata. “Gracias Señor, gracias canal Discovery por creer en mí”, agradeció cuando ya había cumplido tres cuartos del trayecto.
En un estresante momento a medio camino, Wallenda pareció perder el equilibrio y se acuclilló para recuperarse. Agradeciendo a Dios, reemprendió la caminata unos segundos después.
A diferencia del año pasado, cuando rompió su séptimo récord mundial al caminar las cataratas del Niágara sobre una cuerda, esta vez Wallenda no llevó un arnés ni ninguna malla de protección que pudiera protegerlo de una caída.
“Tienes 16 minutos sobre la cuerda, vas bien”, dijo desde tierra firma su padre, quien mantuvo una continua conversación con el acróbata durante la hazaña. “No tienes que decirme cuánto tiempo llevo en la cuerda”, replicó Wallenda, miembro de séptima generación de la célebre familia circense de aventureros Flying Wallendas.
“Esto está en mi sangre, soy séptima generación y es un gran don”, comentó luego a periodistas. Pero “tal vez sea cierto que no hay que mirar abajo”, bromeó el acróbata, quien incluso se permitió trotar sobre la cuerda en los metros finales.
El acróbata, que comenzó a planear esta caminata hace cuatro años, comenzó su entrenamiento en Florida (sureste) hace varias semanas, durante las cuales caminó a lo largo de una cuerda de 300 metros de largo y rodeado de máquinas de viento que simulaban ráfagas de hasta 80 km por hora.
“Confío en mi habilidad. Pero uno tiene que ser particularmente cuidadoso en el aspecto mental. Un acontecimiento mundial como éste es muy desafiante, eso verdaderamente influencia mi estado mental”, dijo Wallenda en una reciente entrevista a la AFP.
Wallenda afirmó entonces que se había entrenado para lo peor y que, a diferencia de su bisabuelo Karl Wallenda, quien murió en 1978 al caer de una cuerda floja, él iba a ser capaz de abrazarse a ella si es necesario.
“A la televisión le encantaría que eso sucediera, porque eso lo convertiría en un buen show”, dijo. “Pero no tengo la intención de terminar así”. Ahora, según dijo a periodistas al terminar la hazaña, su próximo desafío será caminar a lo largo de los rascacielos de Nueva York.