La decisión se tomó en el Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, que se reúne desde el lunes en la isla de Jeju, en Corea del Sur.
Dos millones de personas firmaron una “petición mundial” para respaldar la candidatura de este arte practicado actualmente en Nápoles por unos 3.000 ’pizzaioli’ y que según sus promotores “desempeña un rol esencial en la vida social y en la transmisión entre generaciones”.
El presidente de la asociación de pizzaioli napolitanos, Sergio Miccù, había prometido que si su arte entraba en la lista lo festejaría “regalando pizza en las calles” .
Más allá del espectacular manejo de la masa, la elaboración de la pizza es una “habilidad culinaria” que asocia “canciones, sonrisas, técnica, espectáculo” y se remonta al siglo XVI, alegaba la candidatura italiana. Cuando las primeras pizzas aparecieron en Nápoles, ciudad del sur de Italia, se trataba de panes concebidos como una manera rápida y barata de alimentar a las multitudes, según el historiador Antonio Mattozzi.
La tradición se desarrolló y las primeras pizzerías aparecieron a finales del siglo XVIII. Pero tuvo que pasar casi un siglo para que salieran de Nápoles. “¡Victoria!” , reaccionó en Twitter Maurizio Martina, ministro italiano de Agricultura. “Un nuevo paso para la protección de la herencia gastronómica y vinícola de Italia”.
“¡Larga vida al arte del pizzaiolo napolitano!, símbolo del producto más vendido y consumido en el planeta, la pizza” , declaró en la misma red social Pecoraro Scano, uno de sus predecesores en el ministerio y presente en Jeju como promotor de la petición.
Según la Coldiretti, principal sindicato agrícola italiano, cinco millones de pizzas son consumidas cada día en Italia, entre una población de 60 millones de personas. El sector representa un volumen de negocios anual de 12.000 millones de euros (14.100 millones de dólares).
Pero los estadounidenses son los principales consumidores de pizza del mundo, con 13 kilos por persona por año, frente a los italianos campeones de Europa- con 7,6 kilos, mientras los españoles consumen 4,3 kilos y los franceses y los alemanes, 4,2.
La lista de patrimonio cultural creada en 2003 contaba antes de la reunión de Corea del Sur con más de 365 tradiciones o expresiones vivas, entre ellas el flamenco español, la cerveza belga, la filosofía milenaria del yoga, el tango argentino o la rumba cubana.
Esta semana en Jeju, el comité examina un total de 34 candidaturas, entre ellas cinco latinoamericanas que ingresaron en la lista entre el miércoles y este jueves: los cantos de trabajo de los llanos colombo-venezolanos, la Feria de Alasita en Bolivia, el punto cubano, los jueces de agua de Corombo en Perú y las técnicas artesanales del sombrero pintao panameño.
Otras tradiciones culturales inmateriales amenazadas de desaparición fueron inscritas en una lista de salvaguarda de urgencia que permite a los Estados “movilizar la cooperación y la asistencia internacionales necesarias” para protegerlas.
El lenguaje silbado de Turquía, un modo de comunicación en peligro por los avances tecnológicos y socioeconómicos, entró en la clasificación, así como el Taskiwin marroquí, una danza marcial que consiste en hacer vibrar los hombros al ritmo de panderetas y flautas.