Una perra labrador asiste a un niño con diabetes

Zuma olfatea con insistencia dos camisetas arrugadas. A su alrededor hay mucho movimiento, niños que corren y adultos que pasean, pero sobre todo, olor de otros animales.

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Sin embargo, el labrador gris no deja de empujar con su hocico una de las camisetas tiradas en el suelo en el zoológico de Hannover.

Es una prenda especial, que tiene el olor que desprende una persona durante una fase de nivel bajo de azúcar en la sangre, señala la entrenadora de Zuma. La otra camiseta está recién lavada. "No pensé que funcionaría tan bien ahora", asegura Carina Stanek.

Es el primer entrenamiento en un entorno desconocido para el cachorro de cinco meses, y no se distrajo. El objetivo del entrenamiento es que Zuma pueda convertirse pronto en un perro asistente.

Sin embargo, expertos como el profesor Thomas Danne son escépticos. "No hay estándares y reglas establecidas para este entrenamiento", advierte el jefe de diabetología en el Hospital de Niños y Jóvenes "Auf el Bult" en Hannover. Tampoco hay estudios científicos que hayan demostrado que los perros realmente pueden reconocer el olor de los distintos niveles de azúcar en la sangre, explica Danne.

La portavoz del Centro de Perros de Asistencia de Alemania (DAZ), Katharina Küsters, tiene otra explicación. "Estos perros reaccionan sobre todo a otras sustancias neurotransmisoras, especialmente la adrenalina, y no reaccionan en absoluto al valor mínimamente variable del azúcar en la sangre, según una serie de pruebas realizadas por el DAZ", describe Küsters.

De acuerdo a la especialista es difícil encontrar un perro adecuado. "Los perros de alerta nacen con esa aptitud, por eso no es posible entrenar a un perro para desarrollar esta habilidad", sostiene Küsters según investigaciones del DAZ. Por lo tanto, los perros que pueden reconocer los signos de hipoglucemia o hiperglucemia, bajadas o subidas de azúcar de azúcar en la sangre, tienen un talento natural individual.

Los perros capaces de detectar a personas con diabetes aprenden a entrenar su habilidad innata para poder alertar a la persona enferma ante una situación de emergencia inminente, señala Küsters. "La persona aprende a guiar, entender y confiar en su perro", añade.

La familia de Jesse parece haber encontrado el perro correcto. Durante el entrenamiento, el niño de cinco años está sentado a pocos metros del labrador y observa todo con detenimiento.

Zuma es para Jesse, que sufre diabetes del tipo I, principalmente un compañero de juegos. Para los padres del pequeño el perro es una gran ayuda en la vida cotidiana. El cuerpo de personas con diabetes tipo I no puede producir la hormona insulina.

"Cuando Jesse tiene una bajada de azúcar, Zuma se inquieta y se pega al niño. Además busca activamente el contacto visual", dice la madre Stephanie Meine, de 29 años.

Zuma está con Jesse desde finales de febrero y desde ese momento la vida familiar se ha vuelto más rutinaria. Es un gran alivio para nosotros durante el día", asegura Meine.

En los niños, los niveles de azúcar fluctúan mucho, explica Danne. "Cuanto más pequeño es el niño, más difícil es dosificarlo", agrega el médico. Por lo tanto, no es inusual que los padres con niños que sufren diabetes midan los valores de la sangre de sus hijos unas diez a quince veces por día.

"Ahora, en lo que respecta el nivel de azúcar en Jesse, confío en Zuma. De noche, el perro entra en la habitación del niño cuando nota que sus niveles de azúcar están cayendo o subiendo. Nos alivia mucho", asegura la madre.

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