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Cada uno de ellos necesita su propio comedero, su propia cesta para dormir y su propia comida.
También las caricias hay que repartirlas de forma equitativa. Los animales son muy sensibles y dan mucha importancia a la dedicación que les prestan las personas con las que conviven.
Cuando un gato llega a un hogar en el que vive un perro o al revés, al principio habrá seguramente problemas de entendimiento.
El ronroneo del gato será interpretado como un gruñido por el perro. Y el movimiento alegre de la cola del perro será tomado por el gato como una señal de ataque.
Por eso los primeros encuentros entre perro y gato en la vivienda deben siempre estar supervisados por las personas que viven allí.
Y pronto, viendo también la reacción de sus dueños, entenderá cada uno de ellos que las señales del otro no son de agresividad.