Perros en pubertad también son rebeldes

A Chispita, una chihuahua de ocho meses, le da igual que el dobermann le esté gruñendo y que su dueña le esté diciendo que se quede quieta. Temeraria y desobediente, cruza corriendo el parque hacia el otro perro.

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"Es cabezona e imprudente desde que ha entrado en la pubertad", dice su dueña, Nayeli Tusche, en la ciudad alemana de Múnich. "De repente tiene mucha energía que tiene que dejar salir aunque sea haciendo algo peligroso o prohibido", explica.

La veterinaria Tina Hölscher oye con frecuencia este tipo de quejas. Cuando el cachorro modelo levanta las orejas contra corriente de un día para otro, comienza la fase del desarrollo al final de la cual se encuentra la maduración sexual.

"Pasa de cachorro a perro y debe encontrar su lugar en la manada", explica la veterinaria de la organización Aktion Tier (Acción animal). Entonces ya apenas hace caso al silbido aprendido y juega menos de lo que pide arrumacos.

Corren como locos, se vuelven como salvajes, tercos y obstinados. Cazan, marcan su territorio y se pelean con sus congéneres.

Al igual que para las personas, este tiempo no es fácil para los perros. "Un perro llega a la pubertad cuando ha alcanzado su peso de adulto", explica la terapeuta de comportamiento Barbara Schöning, de la asociación canina alemana VHD, en Dortmund.

Las razas más pequeñas crecen antes, por lo que su fase comienza antes, hacia el cuarto mes de vida, mientras que en las razas de mayor tamaño llega hacia el octavo mes. Puede durar desde unos meses a incluso un año y su intensidad es distinta según el perro.

Los machos son por lo general menos obedientes que las hembras, dice la veterinaria Katrin Umlauf, de la Asociación Alemana de Protección Animal en Bonn. En ellos, el rango tiene mayor importancia.

De forma parecida a lo que ocurre en las personas, las hormonas se vuelven locas en la pubertad de los perros. Influyen en la serotonina, que es importante para el equilibrio emocional.

"Esto explica por qué el perro no solo muestra alteraciones relacionadas con la madurez sexual, sino también una fase de inestabilidad emocional", dice la veterinaria Schöning.

El perro que parecía fuerte, por ejemplo, reacciona de repente con miedo a ruidos conocidos como el del cierre de una puerta del automóvil, la sirena de la policía o un tren cercano.

"En la pubertad se puede sentar la base para trastornos del comportamiento que acompañarán al animal a lo largo de su vida", advierte Schöning.

Para evitar que los miedos o la agresividad puedan quedarse para siempre, aconseja observar qué es exactamente lo que estresa al perro para quitarle el temor con ejercicios para acostumbrarlo.

Como no conocen límites los perros en la pubertad pueden resultar heridos o sufrir daños por sus temeridad, su falta de reflexión y la sobrecarga.

"Para el perro es importante que su dueño tenga paciencia y comprensión y lo dirija de manera consecuente a través de esta fase", dice Melitta Töller, portavoz de la asociación alemana Vier Pfoten (Cuatro patas). "El dueño debe actuar como el líder de la manada, mostrando al joven sus límites".

Quien haya puesto atención en la educación del cachorro desde el inicio tendrá en la pubertad un animal más obediente, explica Umlauf. Es importante seguir entrenándolo.

Muchas veces los dueños no caen en que los primeros éxitos que tuvieron al llamar al cachorro y que este obedeciera se deben a que este se orienta por el ejemplo de la persona, dice la terapeuta Schöning.

Los cachorros deben ser educados siguiendo una regla: "Tendrás todo lo que quieras de mí pero nunca, cuando lo exijas de manera activa".

La mayor recompensa para el perro es la atención de las personas y esta es excesiva en muchas ocasiones cuando son cachorros. "Lo que ocurre entonces muchas veces en la pubertad es que el perro no se interesa por su dueño", explica.

Prestará más atención si por el contrario el animal aprende que recibirá caricias solo cuando esté tranquilo en su sitio.

También la chihuahua Chispita tiene que aprender que su dueña es la jefa de la manada. Con paciencia, reglas claras y mucha implicación, Tusche intenta volver a domar a la perra. Y es un gran trabajo para ambas. Pero si la pubertad se supera bien, los perros se beneficiarán de ello toda la vida.

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