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Una visita al veterinario les confirma que hay que sacrificar a la perra. Los padres de Tim no estaban preparados para la tristeza del niño en los días posteriores y ven, sin poder hacer nada, que Tim se queda delante de la cesta vacía en la que dormía el animal sin hacer nada.
¿Una nueva mascota lo sacaría de su tristeza? ¿Deben enterrar a Nicky en el jardín? A los padres de Tim les asaltan muchas dudas. Los expertos aconsejan afrontar lo antes posible el luto y no disimular.
Los padres deben, por encima de todo, tomar en serio el dolor de los hijos en estas situaciones.
Esto también ha de aplicarse cuando es un animal pequeño el que muere, porque la relación del niño con su mascota y la importancia que esta tiene para él no tiene que ver con el tamaño del animal ni con la importancia que los adultos otorgan a este.
"Un niño puede estar de luto por un ratón", dice Andrea Beetz, del Instituto de Pedagogía Especial de la Universidad de Rostock.
La unión entre niños y animales es por lo general muy estrecha. "Los animales son tratados como miembros de la familia o como amigos", dice Beetz.
Estudios han demostrado que los niños que tienen animales sufren menos estrés, son más confiados y también les resulta más fácil tratar con otros niños. Si el animal muere, el shock que sufren es por ello muy grande. Y por eso es tan importante la reacción de la madre y del padre.
"Los padres no deben en ningún caso ocultar la muerte del animal", dice Silke Haase, psicoterapeuta en Berlín.
Por ejemplo, si la mascota muere mientras el niño está en la escuela, muchos padres llegan a tener la idea de meter rápidamente en la jaula a otro hámster o a otro pájaro y confiar en que el niño no se dé cuenta del cambio.
"Lo mejor es que los niños sepan la verdadera razón de la desaparición del animal. Además, siempre van a darse cuenta de que sus padres les están ocultando algo", añade Haase.
Cuando el animal lleva tiempo sufriendo y hay que sacrificarlo, el niño debe estar presente, aunque los padres deben aclarar antes si realmente lo quiere, aconseja Haase.
Según la experiencia de Andrea Beetz, los niños se comportan de forma distinta en esa situación en el veterinario.
"Es importante en cualquier caso que puedan despedirse del animal de nuevo antes de que le pongan la inyección", indica. Y es importante hablar después con el niño sobre lo que ha ocurrido. En esa conversación son también importantes las palabras que se eligen.
"Los padres no deben nunca decir que el animal 'solo está durmiendo", advierte Beetz, porque entonces los niños, sobre todo los más pequeños, pueden desarrollar miedo a dormir ellos mismos y nunca más despertar.
Independientemente de la forma en la que muera la mascota, los rituales del luto son importantes. Puede ser una carta o puede ser la propia manta del animal que se le pone en la tumba.
Pero no solo los niños lo pasan mal. A los padres también les duele la pérdida del animal de compañía. No deben esconder esas emociones. "Los padres deben mostrar frente a los niños que ellos también están tristes", dice Haase. De esa forma, los pequeños también podrán ordenar sus propios sentimientos.
Muchos padres llevan una nueva mascota a casa para que las cosas vuelvan a estar bien. Pero esto no debe hacerse, advierte Haase. Para los niños es importante también aprender que hay cosas en la vida que son irremplazables. Y solo se debe pensar en tener un nuevo animal si el propio niño expresa el deseo, aconseja la pedagoga Beetz.
Pese a que la tristeza es muy grande en un inicio, tras un tiempo esta se irá apaciguando en los niños.
No obstante, habrá niños en los que parezca que la gran tristeza que sufren se borra de repente. Esto no debe dar lugar a engaños. "Los niños no son como los adultos, que sienten el luto intensamente durante un periodo largo, sino que este va y viene", explica Haase.
Las preguntas sobre la muerte pueden aparecer también meses después, añade Beetz. Y también entonces los padres deben afrontar el tema y nunca hacer comentarios del tipo "pero si esto pasó hace ya mucho tiempo".