Pero no siempre la aceptación entre gatos tiene lugar. El dueño debe estar atento a determinados comportamientos que indican que hay que intervenir y hablar con el veterinario.

Por lo general, uno de los gatos domina sobre el otro. Esto no supone un gran problema si no hay peleas y si ejercicio de la posición de dominio no es tal que obliga al otro gato a retraerse continuamente, porque eso provoca un gran sufrimiento en ese gato.

Los cachorros juegan entre sí, pero cuando crecen pueden llegar a luchar por el territorio.

Las peleas y que los gatos marquen con la orina son indicios de ello.

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También hay gatos que se entienden durante de años y, sin embargo, cuando cambia la situación en casa, por ejemplo por la llegada de un bebé, dejan de hacerlo. Y de amigos pasan a ser rivales.