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No siempre son solo escaramuzas; hay ocasiones en las que se producen heridas muy serias. Pero hay posibilidades de minimizar el riesgo para el gato propio.
"Los gatos se ven envueltos con frecuencia en peleas por el territorio", explica Moira Gerlach, de la Federación Alemana de Protección Animal.
Sobre todo los gatos que no están castrados se pelean. También cuando hay gatas en celo aumenta el peligro de enfrentamientos.
"Los gatos son individualistas", explica Birga Dexel, experta felina y directora del Cat Institute, una consulta de asesoramiento en Berlín. Si se tiene suerte, los gatos vecinos congenian, pero también pueden ser enemigos acérrimos.
Los dueños deben ser conscientes de que sus gatos tienen dos armas peligrosas para sus enemigos: las garras y los afilados dientes. Si se hieren con ellas, se pueden producir infecciones.
"Los gatos tienen muchos gérmenes en la boca", explica Gerlach. Las enfermedades como el llamado sida felino (VIF) pueden transmitirse en las peleas. Los gatos que salen de casa debe estar al día con todas las vacunas.
Generalmente hay problemas cuando llega un nuevo gato al vecindario. "El que ya estaba ahí intentará decirle que no se le ha perdido nada por allí", señala Dexel. Pero también puede haber problemas con vecinos de muchos años. "La jerarquía no existe entre los gatos", afirma la terapeuta felina.
Por lo general, los gatos evitan tener enfrentamientos corporales y tienden a solucionar sus problemas con duelos de mirada y maullando alto.
"Normalmente, un gato de la zona evita a los demás", dice Gerlach. Pero las parcelas son cada vez más pequeñas y con ellas también las áreas de los gatos, y la densidad de la población felina aumenta así, añade. Con ello también crece la probabilidad de peleas.
La Asociación de Protección Animal alemana recomienda castrar a los gatos que salen de casa. Por un lado, se consigue regular la población y, por otro, también se reducen los enfrentamientos.
"Las distancias que recorren los gatos castrados son mucho menores que las que recorren los que no lo están", explica la experta en animales de compañía Gerlach.
Y cuanto más baja sea la carga hormonal de los contrincantes, menor es también el potencial de agresión.
La terapeuta de gatos Dexel recomienda tener todo esto en consideración cuando se decide tener un gato. Lo recomendable es adoptar a uno que esté bien socializado y, en ningún caso, debe ser menor de 12 semanas.
Si el tiempo que ha pasado con la madre y los hermanos es demasiado corto, tendrá problemas de comportamiento en el futuro. Mostrará más inclinación a tomar a otros gatos como amenaza y reaccionará, según su personalidad, con excesivo miedo o con exceso de agresividad.
Si el gato llega lastimado a casa, los dueños deberán tomarlo en serio y llevarlo al veterinario.
También es importante ofrecerle la posibilidad de retirada y huida, por ejemplo con una gatera por la que pueda entrar en casa cuando las cosas se ponen feas con otro felino.
La parcela propia se debe cerrar con vallas o redes para gato, para que otros tengan difícil entrar, dice Gerlach.
Una conversación con los vecinos también puede ayudar. Por ejemplo, se pueden acordar los tiempos a los que sale cada gato de casa para que no se encuentren.
Si se sorprende a los gatos en plena pelea, no debe uno interponerse entre ellos porque el peligro de salir herido es alto. "Se puede no obstante intentar asustar a los gatos o ahuyentarlos para que así dejen de pelearse", aconseja Gerlach.
La situación queda así desactivada y la próxima vez que se vean es posible que los gatos den un rodeo para no encontrarse.