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En esos casos hay un truco que puede animar la caminata: poner al perro sobre un rastro para que lo vaya siguiendo. Y esto es algo que les gusta a todos, da igual de qué raza o edad sean. No obstante, hay tener precaución para no abrumar al animal.
Quien tenga un perro sabe que no es suficiente con sacarlo a hacer sus necesidades dos o tres veces al día. Los perros quieren moverse y vivir algo nuevo continuamente.
Los dueños que buscan ocupaciones con las que entretenerlos pueden hacer que sigan rastros. "Es algo que entretiene tanto al perro como al dueño", dice Udo Kopernik, de la asociación canina alemana VDH.
Mientras el nivel del seguimiento de rastros no sea demasiado alto, todo perro se prestará a ello, indica la entrenadora canina Martina Scholz. "Cualquier raza de perro tiene mejor olfato que el hombre", dice.
Quien quiera hacer el seguimiento de rastros de manera profesional, necesitará un perro de caza, por ejemplo un dackel. Los perros de caza son mejores que otros en este menester porque han ido siendo seleccionados por su olfato durante siglos.
"Las razas de nariz chata como los boxer, sin embargo, llegan pronto a su límite por su condición", dice Scholz.
Pero en cualquier caso, el seguimiento de huellas y de rastros divierte mucho a los perros, señala Kopernik. Lo mejor es ir a una pradera con el perro.
"Allí, el dueño arrastrará un rastro de olor a lo largo de entre 10 y 20 metros. El inicio se marca con palitos. Al final del rastro se pone un objeto que le guste mucho al animal", explica.
Para que el perro no vea todo el proceso, se puede quedar, por ejemplo, en el automóvil.
"Encontrará rápidamente el rastro, lo seguirá y al final hallará el objeto", dice Kopernik. Una motivación añadida es que el dueño lo anime durante el proceso de olfatear y que después lo alabe.
"Los perros son capaces de seguir la huella olfativa más pequeña y, según la intensidad, pueden saber en qué dirección van las huellas", explica Kopernik.
El dueño puede ir luego ampliando el recorrido de la actividad y también haciendo curvas.
"O en vez arrastrar la huella olfativa continuamente, puede ir haciendo primero pequeños saltos con ella y después mayores", indica. Se puede empezar con ello ya cuando los perros son cachorros, indica Scholz.
Pero entonces la búsqueda de rastros sí que debe ser corta para no sobrecargarlos.
Generalmente, este entretenimiento gusta a todos, independientemente de la edad o la raza, señala Scholz.
Aconseja ocupar al perro así dos o tres veces por semana. Recomienda que el perro pase antes de empezar con ello unas tres o cuatro horas de entrenamiento en la escuela canina.
"Aunque la búsqueda de rastros pueda parecer sencilla, tiene también sus dificultades", dice Scholz.
El mayor peligro es que el dueño se lance muy rápidamente a ayudar al perro y este no aprenda nada.
"Los dueños están acostumbrados a dirigir a sus canes y, consciente o inconscientemente, muchos deciden ayudarlos demasiado rápido", explica Scholz.
Así, los frenan con frecuencia porque creen que están haciendo algo mal. "Luego hay otros que, sin saber que están ayudando al perro, lo hacen porque miran en la dirección del rastro y el animal se da cuenta", añade.
Quien quiera hacer seguimiento de huellas en el bosque debe respetar un par de reglas.
"Es importante no apartarse nunca de los caminos abiertos", dice Julian Heiermann, de la asociación ecologista alemana Nabu.
Quien lo haga puede ser visto por los animales salvajes que hay allí. "Sobre todo a finales del otoño y en el invierno, que es cuando les falta la cobertura natural bajo la que se siente protegidos", añade.
Si no están tranquilos y se les asusta con frecuencia, acabarán huyendo y eso hace que gasten reservas de grasa que necesitan para superar el invierno. Además puede ocurrir que los corzos y los jabalíes huyan hacia las carreteras y sean atropellados allí.