En nuestros país son mejor conocidas como "Gua'a", y sus plumajes son una paleta que combina rojos, azules, verdes, amarillos o anaranjados. Con los primeros rayos de sol o al caer la tarde emprenden su vuelo zigzagueante entre palmeras y edificios.
Si bien la escena puede ser un sueño para los amantes de la naturaleza, detrás de la proliferación de estas aves en una urbe con altos decibeles, contaminación y ajetreo, está el tráfico de fauna y la introducción de especies exóticas, explica a la AFP el biólogo Diego Díaz.
Aunque no está claro cómo llegaron a esta ciudad de seis millones de habitantes, algunos especialistas sugieren que fueron introducidas por traficantes de animales o que pudieron escapar de su cautiverio en viviendas o zoológicos.
En todo caso Caracas no es su hábitat natural, pues las poblaciones de guacamayas se localizan en apartadas zonas selváticas del sur de Venezuela, algunas en la frontera con Brasil. En la capital estas especies de grandes y afilados picos hacen vida en antenas, tejados y árboles, desde donde emprenden ruidosos vuelos individuales o en bandada.
La Ara araurana, de plumaje azul y amarillo, es la más común en la ciudad. También se pueden avistar la Ara chloropterus (roja y verde), la Ara macao (amarilla, azul y roja) y la Ara severus, con pinceladas rojizas y azules.
“Hay sentimientos encontrados: por un lado es agradable ver que se acercan a las casas y las reciben con alimentos y buena actitud, pero por otro lado es preocupante que no encuentren en la naturaleza los alimentos que requieren”, indicó Díaz.
Para este experto, lo más recomendable es evitar el contacto directo con estos animales “porque terminan siendo una especie de mascotas dependientes de los seres humanos”.
Pero ante la inevitable cercanía los veterinarios aconsejan darles frutas, vegetales o semillas de girasol, pero nunca alimentos procesados como galletas, que es lo que suelen recibir en muchas casas.
En Caracas las guacamayas conviven con otros loros que dan su propio espectáculo y cientos de aves del cerro El Ávila, una imponente cadena montañosa que separa a la ciudad del mar Caribe.