En edad avanzada, las mascotas presentan síntomas de demencia senil

Susi ya nos es la misma: necesita ayuda para subir las escaleras por la artritis. Además sufre demencia, al menos es lo que se presume, porque para hacer un diagnóstico más preciso sería necesario poder hablar con ella, pero Susi es un gato.

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Con 21 años, la gata alcanzó un edad casi bíblica. Casos como el de Susi interesan cada vez más a los veterinarios, que no sólo deben tratar problemas ortopédicos o tumores sino lidiar también con la pérdida de las facultades mentales de estos animales.

Los expertos hablan de disfunción cognitiva, una enfermedad de características y transcurso parecido al Alzheimer que aqueja a los seres humanos, explica la veterinaria alemana Stefanie Engert. Hace años, los investigadores descubrieron que en el cerebro de los gatos se depositan proteínas características que podrían explicar por qué estos animales ven afectados por esta demencia senil.

Sin embargo, en el caso del animal vivo, el diagnóstico solo puede hacerse bajo sospecha y excluyendo otras enfermedades.

Susi, que vive con sus dueños Christiane y Eckart Albrecht cerca de Hamburgo, en Alemania, comenzó hace tres años a maullar fuertemente en medio de la noche. Al principio sus dueños la acariciaban y le daban algo de comer sin importarles la hora. Finalmente la llevaron al veterinario, quien le recetó calmantes y un medicamento para los riñones. La especialista que la trataba, Imke Tammen, sugirió la posibilidad de que Susi se estuviera quedando sorda y no escuchara sus propios gritos. En aquel momento tenía 18 años.

Tras esa visita a la veterinaria, la gata dejó de maullar a la noche, pero empezó a tener otros comportamientos extraños.

"Sabemos que los gatos a veces quieren salir y vuelven a entrar en seguida", señala Christiane Albrecht. "Pero Susi quería salir, volver a entrar y volver a salir en cuestión de segundos".

"También pareció volverse olvidadiza. Daba pasos por la habitación, se detenía a los pocos metros y miraba para arriba como perdida", añade Eckart Albrecht. Además pedía comida constantemente aunque tuviera el platillo lleno o acabara de comer, y daba maullidos muy fuertes, apunta.

Cuando volvieron a llevarla al veterinario surgió la sospecha de que padecía demencia, dado su comportamiento errático y su edad elevada. Los maullidos podían indicar que ya no percibía la presencia de sus dueños y sentía miedo.

En muchos animales estos síntomas se manifiestan muy lentamente y los dueños los detectan bastante tarde, indica Engert.

Los refugios de animales conocen bien casos como estos. "Uno de nuestros perros más viejos empezó a mostrarse muy inquieto en su hogar de acogida. De noche deambulaba sin cesar de un lado a otro, y empezó a hacer sus necesidades en la vivienda", cuenta la veterinaria.

Con los gatos viejos ocurre a menudo que ya no encuentran su arenero y profieren gritos muy fuertes. Entonces muchos dueños ya no pueden soportar la situación y entregan sus mascotas a refugios de animales.

Estudios hechos con perros demuestran que con la edad surgen daños cerebrales. "Un 60 por ciento de los perros mayores de 11 años muestran síntomas de deterioro cognitivo", explica Engert. Esto depende también de las razas.

La Asociación Alemana para la Salud Animal hace referencia a un estudio según el cual el deterioro mental afecta afectados al 20 por ciento de los perros mayores de 9 años y al 68 por ciento de los perros mayores de 15 años.

Según Tammen, la veterinaria de Susi, es escasa la literatura sobre este tema, que hasta hace muy poco sólo afectaba a los dueños de las mascotas.

Si bien la literatura especializada en este tema es escasa, en el último tiempo se hizo más hincapié en el tema. Según los expertos se combinaron varios factores. Por un lado, los animales viven cada vez más y mejoraron las técnicas para hacer diagnósticos más precisos, y por otro, muchos dueños de mascotas están dispuestos a gastar más dinero en sus animales. Esto incentiva a una mayor investigación opina la experta, que sin embargo recalca que todavía no se puede atacar la enfermedad de raíz.

Christiane y Eckart Albrecht no tuvieron más remedio que aceptar la realidad y atender a su mascota. Todas las noches le dan medicamentos para aliviar los síntomas y se aseguran de que los tome. Luego le acondicionan su silla preferida en la cocina con una almohada y le ponen el arenero al lado, con la esperanza de que la gata pase la noche sin dolores y sin miedos.

A veces Susi maulla fuertemente durante la noche. Pero los Albrecht nunca sabrán cuál es el motivo.

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