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A partir de los cuatro meses se puede someter al animal a una castración o esterilización. En general se realiza antes del primer celo, señala Daniela Schrudde, miembro de la organización internacional.
Los gatos que no están castrados se desplazan en un radio más grande y se alejan del hogar con mayor frecuencia que los animales que han sido castrados. Por lo tanto, también vagan por calles con tránsito y tienen un mayor riesgo de ser atropellados por un auto, apunta la especialista.
No en todos los casos hay que someter al gato a esta operación. Depende muchas veces de la edad del animal y si suele salir o no de la casa. En gatos sanos, sin embargo, siempre existe el riesgo de que se escapen. Esto puede suceder, por ejemplo, cuando el dueño está de vacaciones y alguien queda al cuidado de la mascota, agrega Schrudde.
La castración y la esterilización son procedimientos distintos. En una esterilización, a las hembras se le cortan los oviductos y se realiza una ligadura de trompas. En el caso de los machos se cortan las vías espermáticas. La producción de hormonas continúa.
En la castración, sin embargo, las gónadas formadoras de hormonas se eliminan por completo: en las hembras son los ovarios y a veces el útero y en los machos los testículos.
Un efecto secundario de la operación es que algunos gatos aumentan de peso porque se mueven menos y gastan menos energía. En ese caso hay que volver a ajustar la cantidad de alimento. También puede suceder que se vuelvan incontinentes, aunque no pasa con frecuencia, apunta Schrudde.