El equipo, liderado por la Universidad Pablo de Olavide y la Estación Biológica de Doñana (sur de España), realizó un muestreo a gran escala en la región –durante 13 años y abarcando 15 países– y detectó mascotas de origen salvaje en el 95 por ciento de las localidades visitadas, con una serie de conclusiones que han sido publicadas en la revista People and Nature.
Según informó en un comunicado la Universidad española, el comercio ilegal de fauna no solo representa un problema de conservación, sino también un riesgo muy elevado de transmisión de enfermedades zoonóticas, y se estima que cada año se capturan ilegalmente más de un millón y medio de aves vivas para su tenencia como mascota en el mercado internacional, mientras que lo que ocurre a una escala más local pasa desapercibido.
De hecho, esta actividad se encuentra muy extendida en algunas zonas como el Neotrópico, donde existe una amplia tradición de tenencia de mascotas de origen salvaje que se remonta a época precolombina.
Se estima que las zoonosis causan la muerte de 2,7 millones de personas anualmente, y el incremento de la población humana y su conectividad, así como el hecho de que se invadan hábitats antes prácticamente inaccesibles, crean los ingredientes perfectos para que se produzcan brotes zoonóticos y su transmisión a gran escala.
A esto habría que añadir que la transmisión cruzada de estas enfermedades afecta también al ganado y fauna salvaje, teniendo consecuencias negativas a nivel ecológico y socioeconómico.
Durante su estudio, el equipo internacional detectó alrededor de 10.000 individuos de 274 especies nativas de origen salvaje, mantenidas en cautiverio en más de 6.500 viviendas.
Si bien la mayor parte de las mascotas encontradas correspondían al orden de los loros, que no está considerado un grupo de riesgo alto en transmisión de zoonosis, son conocidas ya algunas enfermedades transmitidas a personas y especialmente a otros animales domésticos, como es el caso de la psitacosis.
Este grupo sí puede ocasionar problemas de conservación importantes para las especies nativas, debido a que pueden transmitir enfermedades que sí son de gravedad en aves.
Al estar estos individuos salvajes en contacto con animales domésticos como gallinas, e incluso otros loros exóticos, se pueden contagiar de enfermedades ausentes en las poblaciones salvajes, y al escaparse –algo que ocurre con frecuencia– pueden llevar estas enfermedades consigo generando un problema de conservación.
Además, que no sean transmisoras de enfermedades con alto riesgo hasta la fecha, no significa que no puedan hacerlo en el futuro, caso de la gripe aviar.
Todo ello sin olvidar que hay un porcentaje de especies halladas como mascotas, como primates o roedores, que sí son transmisoras de enfermedades de alto riesgo en humanos, y que ya han causado epidemias de gravedad en el pasado.
Los investigadores alertaron de que, aunque no es posible predecir dónde se va a producir un brote de una enfermedad nueva, lo que sí se puede saber es que hay regiones del planeta que son consideradas ‘hotspots’ de biodiversidad, y por tanto se espera que lo sean también de patógenos.
Estas áreas coinciden con los trópicos, que son zonas en las que la población humana también está experimentando un gran crecimiento poblacional, así como el desarrollo de infraestructuras que aumentan enormemente la conectividad entre áreas remotas y grandes ciudades.