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Cuando murió el perro de Christine Mick, teóloga y trabajadora parroquial, ella puso un artículo en el boletín de la parroquia católica. “Con esto también intenté hacer público en alguna medida el tema del ‘luto por un animal’”, comenta esta mujer de 56 años, procedente de Sarrebruck, Alemania.
“Sé que muchas personas viven el duelo, pero también sé que les faltan oídos que les escuchen, espacios y lugares a donde acudir”, manifiesta.
Duelo por la muerte de una mascota
Precisamente por eso, en su iglesia, se celebran servicios fúnebres especiales para las personas que perdieron una mascota. Es posible que quienes no tengan un can no puedan entenderlo, pero, para muchos de los afectados, el dolor y la desesperación por la muerte del animal no son menores que cuando fallece un ser querido.
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¿Y por qué ocurre esto? “Porque sencillamente muere una parte de nuestra familia, de nuestra vida”, comenta Elli H. Radinger, investigadora de la naturaleza y autora de libros sobre el tema.
A quien reciba incomprensión o el comentario “¡pero era solamente un perro!”, la especialista le recomienda “simplemente apartarse y no intentar explicar nada. Es tiempo perdido”.
“A mayor edad del perro, es increíble cuánto más ayuda si uno se prepara”, afirma. Esto no significa ya estar pensando en que el animal se va a morir cuando todavía es un cachorro. “Pero ayuda si uno es consciente del final y vive mucho más intensamente la vida con el animal”, apunta.
El dueño o dueña también debe estar preparado económica y organizadamente para la muerte de su can.
“Habría que reservarse suficiente dinero para poder eventualmente pagar la alimentación especial, la fisioterapia y la medicación, que son muy caras, y decidir independientemente de los costos en el veterinario si se sigue o no con un tratamiento”, ejemplifica Radinger.
¿Enterrar el perro en el propio jardín, en un cementerio para animales o cremarlo?
Otra cuestión a definir es si el animal debe ser enterrado en el propio jardín o en un cementerio para animales, o bien convertir sus restos en cenizas. Pero lo verdaderamente importante es pasar mucho tiempo al final con el perro. Incluso podría ser necesario tomarse vacaciones o acortar el horario laboral.
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Pero tampoco hay que descuidar el autocuidado. “Hay que intentar estar sano y mentalmente estable para ayudar al perro y poder superar toda la situación”, recomienda la autora.
Masajes, un café con amigas, ejercicio, dormir bien y rezar fueron algunas cosas que la ayudaron en ese tiempo. “Solo cuando yo realmente sea fuerte en medida suficiente, podré darle al animal lo mejor durante el tiempo que lo necesite”, advierte.
Las otras mascotas de la casa también entran en duelo
Pero el luto o duelo no será solamente para las personas que rodeen a la mascota fallecida, sino también para sus congéneres que convivieron con él.
A este resultado llegó un estudio acompañado por la bióloga del comportamiento Stefanie Riemer, de la “HundeUni - Wissenschaft trifft Praxis” (Universidad canina - La ciencia se une a la experiencia práctica) de Viena.
Así, los perros reducen la ingesta de comida tras la muerte de sus congéneres, juegan menos o se muestran más temerosos en el día a día. Riemer puntualiza que este comportamiento se intensifica aún más cuando los perros mantenían un vínculo de parentesco o amistad.
Y aclara que, aunque es imposible decir si los canes entienden el concepto de la muerte y que el congénere nunca regresará, “sabemos que lo extrañan, eso está totalmente claro”. La tristeza de los perros dura varias semanas, a veces incluso más de seis meses, añade.
Aparentemente no juega ningún papel si hubo un encuentro final con el congénere muerto. “En estudios anteriores, no tuvo ningún efecto medible en el comportamiento de duelo de los perros el hecho de que pudieran ver o no a su compañero muerto”, dice Riemer. Sin embargo, en caso de duda, ella siempre lo aconseja.
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Quien conoce bien a su perro y puede leer su comportamiento, reconocerá el momento exacto en el que debe dejarlo partir, afirma la psicóloga y entrenadora canina Alexandra Wischall-Wagner.
“Cuando persona y animal están tan compenetrados, uno lo sabe. Y los perros también nos demuestran que no pueden más”, afirma la experta.
Además, existen señales que son unívocas, como cuando la mascota ya no saluda a su dueño o su dueña, no se levanta más o ya no tiene voluntad de alimentarse.
“En caso de que estén esas señales, considero que sería egoísta no permitir la separación (de la mascota)”, indica la especialista.
Radinger recomienda hablar abiertamente con el veterinario sobre el momento adecuado. ¿Sufre mi perro fuertes dolores? ¿Cuán elevada es su calidad de vida? ¿Puede llevar adelante una vida de perro “normal”?
Es necesario formularse estas preguntas y, finalmente, tomar una decisión. “Preferible demasiado temprano que demasiado tarde. Tenemos que privilegiar el amor a nuestro perro por sobre nuestro propio dolor”, sugiere la autora.
Esto también incluye compartir una despedida en paz. “Les debemos a nuestros perros que transcurran sus últimas horas de la manera más bella posible. Que no los entreguemos al veterinario, sino que estemos con ellos hasta el último suspiro. En lo posible, en un entorno familiar”, detalla Wischall-Wagner.
“Entiendo plenamente que alguien diga que es el infierno, que duele de manera infinita y que no lo soporta”, afirma Elli Radinger. “¡Pero no podemos dejar solo a nuestro animal en una situación semejante!”, acota.
Dependiendo de la edad, los niños de la familia también pueden participar si lo desean, asegura la psicóloga Wischall-Wagner.
“No me parece bien cuando se opina que hay que ahorrarles todo (dolor) a los niños de 12 años. Cada persona debería aprender a lidiar bien con la muerte”, asevera. Y comenta que cada uno debe encontrar su particular forma del duelo. Recién entonces, agrega, se volverá a estar listo para algo nuevo.