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A Carola le gusta compartir la sesión de equinoterapia con su hija Karen, de 12 años, para pasar más tiempo con ella. Es una manera de “acercarse nuevamente” a la niña, que vive con su ex marido.
Hace unos tres años, Carola sufrió por primera vez una depresión grave, que la llevó una y otra vez a internaciones en clínicas especializadas. Lidiar con la vida cotidiana y sobre todo levantarse por las mañanas se le hacía muy difícil.
Durante un tiempo logró levantarse de la cama con mucha dificultad, se duchaba con agua helada y practicaba deporte. Carola suponía que el ejercicio podría ayudarla, pero aún así, continuaba deprimida.
“Me sentaba a llorar en el ergómetro. Ya no estaba bien”, recuerda la alemana de 47 años.
Si bien las internaciones eran una salvación cuando la depresión se agravaba y ya no era posible seguir en la casa, su situación no mejoraba.
“En la clínica tenía unas cuantas ocupaciones, pero también mucho tiempo libre en los que seguía rumiando”, señala.
Carola llegó a la granja “Müller” después de que su madre leyera un aviso sobre la terapia de Rebecca Böde y recordara que de niña a su hija le encantaban los caballos.
“Me sentí mejor inmediatamente”, cuenta Carola y asegura que a través de la equitación se volvió a encontrar a sí misma. “No piensas en nada más y, sobre todo, no hay presión”, remarca.
Carola luchó para salir de la depresión. La terapia ocupacional le devolvió cierta estructura a su vida cotidiana y ahora quisiera tener un trabajo fijo. Pero también le gustaría hacer sesiones con los caballos más a menudo, aunque no sabe si podrá afrontar este gasto porque el seguro de salud no paga este tipo de terapias.
En 2006, el Comité Federal Mixto (G-BA) de Alemania, que toma decisiones relativas al sistema de salud, a la organización y costo de la atención médica, decidió que la equinoterapia no es un remedio prescribible.
El G-BA argumentó que faltaban pruebas científicas sobre el beneficio de este tratamiento y, según una portavoz, el comité tampoco está evaluando actualmente la inclusión de la equinoterapia en el catálogo de remedios bajo prescripción médica.
Por su parte, el Patronato Alemán de Equitación Terapéutica (DKThR) de Warendorf, en el noroeste de Alemania, realiza, acompaña y promueve estudios científicos sobre la equitación terapéutica.
Su portavoz, Elke Lindner, destaca especialmente un estudio sobre la influencia de la hipoterapia en las habilidades motoras y la calidad de vida de los niños con parálisis cerebral, un trastorno del movimiento derivado de un daño cerebral en la primera infancia.
El estudio se realizó bajo la dirección científica de Martin Häusler en el Hospital Universitario de Aquisgrán, en el estado federado de Renania del Norte-Westfalia. En opinión de Häusler, la equitación terapéutica, especialmente la hipoterapia, puede complementar eficazmente la fisioterapia clásica.
La terapia entrena dinámicamente todos los músculos que son importantes para caminar. “Así, el efecto positivo de la hipoterapia se demostró hasta ahora especialmente en lo que respecta a la mejora de la función de caminar”, señala el científico alemán.
Muchos especialistas también están convencidos de los beneficios de la equinoterapia para las enfermedades mentales. “El alma o los procesos mentales no son realmente medibles”, explica la psicoterapeuta Birgit Heintz.
Si se reduce el estado de ánimo de una persona a parámetros fisiológicos, al menos un análisis del nivel de cortisol puede ser un indicador del grado de estrés o de calma. Lo mismo ocurre con el aumento de la oxitocina durante el encuentro táctil entre el humano y el caballo, “así como la sincronización de los latidos del corazón de los compañeros de terapia”, destaca Heintz.