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Rescatada de la tradición oral en la que permaneció durante siglos, La Ilíada, cuya autoría la tradición atribuye a Homero, fue transcripta como un poema épico de 24 cantos para convertirse en lo que muchos estudiosos establecen como la primera gran novela en la historia de la literatura universal.
No hay certeza de cuándo fue compuesta la obra. Algunos hablan del siglo VIII antes de Cristo. Otros, del siglo VI, también antes de Cristo. Incluso persisten dudas acerca de la existencia real de Homero. De todos modos, “La Ilíada”, así como “La Odisea”, está ya asentada en la historia de las letras de todos los tiempos, por encima de cualquier controversia que pudiera existir aún sobre su origen y su autor.
La historia narra un período de poco más de 50 días de la llamada Guerra de Troya que, también según la tradición, duró 20 años y enfrentó a aqueos y troyanos. La guerra fue causada por el rapto de la reina Helena de Esparta por parte de Paris, príncipe de Troya. Menelao, rey de Esparta, pidió ayuda a su hermano Agamenón, rey de Micenas, quien a su vez convocó a todos los reyes aqueos a participar de la guerra.
Aqueos, de la ciudad de Acaya, antigua ciudad griega, es uno de los nombres colectivos utilizados para el conjunto de los griegos en la obra de Homero. Los otros términos son dánaos y argivos, derivado de Argos, una ciudad de la unidad periférica de Argólida.
El relato épico se inicia con el enojo extremo del héroe Aquiles, el Pelida (hijo de Peleo), con el rey Agamenón: A partir de ahí se desarrolla una trama que va cobrando complejidad, en la que además intervienen los dioses, con sus odios y afectos especiales, tan fuertes o más potentes que los de los humanos.
La puja entre humanos cede muchas veces ante la cólera y los correctivos de los dioses, y así afloran en estos sentimientos tan dispares y desconcertantes. La historia bélica entre aqueos y troyanos encierra en sí misma una serie de temas con fueros humanos, que trascienden los tiempos y mantienen entera toda fuerza: el honor, el orgullo, la arrogancia, el arrebato, la violencia, la muerte. Y se discute si el destino es una mera premeditación o un camino que se puede torcer por la voluntad de la persona.
En La Ilíada se reconocen todos los factores que hacen a la esencia humana. Es notable comprobar cómo desde tanto tiempo atrás —siglos antes de Cristo— hasta la actualidad, ha cambiado muy poco la naturaleza del ser humano en sus reacciones ante estímulos extremos.