La historia nos cuenta que fuimos la nación más próspera de nuestra región hace 150 años, hasta que sobrevinieron las 2 guerras, luego periodos de inestabilidad política, guerra civil, dictadura y hace 25 años vivimos una relativa e imperfecta democracia. Hoy tenemos 2 generaciones que vivieron ambos sistemas y la nueva generación de jóvenes, constituida por menores de 30 años, entre los cuales están los estudiantes universitarios de la UNA, y de otras universidades privadas y colegios que claman y reclaman justicia.
Esta sí que es una excelente noticia. A todos los ciudadanos de bien que amamos al Paraguay nos causa orgullo y esperanza saber que existe una juventud sana, honesta, firme, valerosa y valiente, que no se calla y eleva su voz y su acción de protesta, ante evidentes signos de corrupción en la institución que debería ser bastión de excelencia y transparencia en el uso del dinero público.
La UNA era una de las pocas instituciones del Estado en las cuales se tenía una moderada percepción de no estar contaminada por los dos mayores males del país que son la corrupción y la impunidad. Sin embargo, debemos destacar y aplaudir el trabajo periodístico que sacó a luz pública el abuso, los desmanes y la degeneración moral que se venían orquestando desde la batuta del poder, con las complicidades de varios estamentos internos, en desmedro de los genuinos derechos y ansias de superación de los cientos de miles de compatriotas que, con admirable esfuerzo y sacrificio, persiguen sus sueños de convertirse en profesionales dignos que enaltezcan a sus familias y su comunidad, con su ciencia, con su decencia y con su trabajo.
Hoy estos jóvenes universitarios son los verdaderos contralores del Estado paraguayo. No aceptan los contubernios delictuosos de las autoridades que erróneamente creyeron el cuento de que con prepotencia y despotismo podrían satisfacer sus intereses, actuando con concusión, que solo genera malestar y rechazo de la ciudadanía honesta de nuestro país.
Gustavo Martínez Gill