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Leyendo el libro “La Guerra del Paraguay” escrito por el ingeniero inglés George Thompson, uno de los técnicos más brillantes contratados por el gobierno de López, se observa algo interesante. Este libro fue escrito por Thompson después de ser capturado por los aliados en el año 1868.
En las páginas 24 y 25 se lee lo siguiente: “No obstante todo el egoísmo de López I, su gobierno era comparativamente bueno para el Paraguay.
...Probablemente en ningún país del mundo la vida y la propiedad han estado tan garantidas como en el Paraguay durante su reinado. El crimen era casi desconocido y cuando se cometía alguno era inmediatamente descubierto y castigado.
...La masa del pueblo era tal vez la más feliz del mundo. Apenas tenían que trabajar para ganar su vida. Cada familia tenía su casa o choza en terreno propio. Plantaban en pocos días el tabaco, maíz y mandioca necesarios para su propio consumo y aún esto mismo no exigía cuidado hasta la época de la cosecha.
...Todas las chozas tenían su naranjal cuya fruta forma un artículo importante de consumo en el Paraguay, y también algunas vacas, lo que les evitaba en gran parte la necesidad de trabajar. Las clases superiores vivían por supuesto más a la europea y muchas familias poseían fortunas considerables y lo pasaban confortablemente.
...Todo el mundo se hallaba expuesto a ver tomada su persona o arrebatada su propiedad por razón de servicio público sin recompensa ni explicación, por orden del primer juez de paz; pero generalmente no se abusó de este despotismo en el tiempo del viejo López, que no permitía sino a su familia el ejercicio de la tiranía sobre el pueblo.
...Para la generalidad, la suma de la felicidad humana consistía en pasar el día a la sombra, tendidos sobre un poncho, fumando y tocando la guitarra. Puede creerse pues que aquellos tiempos eran sumamente felices, por cuanto era todo cuanto tenían que hacer”...
Esta parte de nuestra historia viene a cuento porque últimamente estamos leyendo en los diarios de los paraguayos felices llamados planilleros que cobran alegremente sin trabajar. Esto me hace pensar que seguiremos siendo por mucho tiempo los más felices del mundo.
Celso Gómez de la Fuente